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Un fin de semana de señorita con 3 chicos para mi

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Como sabéis, desde pequeñita me encantaba ponerme ropitas de mis hermanas o cualquier prenda femenina que estuviera a mi alcance. La historia de hoy ocurrió cuando tenía 15 añitos (hoy tengo 21), y fue superexcitante y maravillosa.

En aquella época, sólo me vestía de nena a escondidas, aunque creo que mi hermanas sospechaban ya algo, por mis ademanes femeninos y mi interés por todo lo de las chicas.

El caso es que fui a pasar un fin de semana (era primavera, que la sangre altera) a casa de un amigo y allí nos íbamos a reunir la pandilla a jugar, reírnos y divertirnos lo máximo, como es natural a esa tierna edad. Mi amigo, Fernando, tenía 2 hermanas algo mayores, pero no estaban, ni tampoco sus padres. Nos reunimos Fernando, 2 chicos que no conocía, Alberto y Carlos y yo, que me llamo Carolina (bueno, eso ahora, entonces tenía un nombre de chico).

Por la mañana estuvimos en la piscina, la casa estaba en una urbanización y era enorme. Ya entonces, aunque no me hormonaba todavía, tenia rasgos muy delicados y femeninos, con un cuerpecito pequeñito, las piernas largas sin vello y llevaba el pelo por los hombros. A mi siempre me había gustado Fernando, y aunque él no lo sabía, estaba enamorada de él, porque me defendía en el colegio de las burlas de los demás chicos. En la piscina, los otros 2 chicos me miraban con mucho interés, supongo que por verme tan delicado.

El caso es que después de comer, nos pusimos a jugar a la ruleta, pero sin dinero. El que ganaba, le decía a los que perdían que tenían que hacer algo divertido, distinto e interesante, como subirse a un árbol, hacer el pino, o cualquier chorrada que se ocurriera. Después de varias jugadas, yo era el que más veces había perdido y ya había hecho muchas tonterías de esas. La siguiente jugada también perdí, y Alberto dijo:

“Pues ahora quiero que te vistas de nena”

“¿Cómo? exclamé

“Si, eso es lo que me divierte que hagas ahora”

A Fernando y Carlos les gustó mucho la idea e insistieron que si Alberto lo quería, tendría que hacerlo.

“Pero yo soy un chico y eso no me parece bien” respondí, aunque por supuesto estaba encantada con la idea, aunque me daba algo de vergüenza.

“No creo que te veas mal con una faldita”, dijo Carlos mientras se reían.

Finalmente accedí, y dije.

“Vale, está bien, pero sólo un rato, y además, ¿que ropa me pongo?”

“No te preocupes, en las habitaciones de mis hermanas encontrarás de todo” dijo Fernando

Pensé para mí que sería ideal disponer de un vestuario femenino dónde elegir, y ya estaba algo excitada por la idea de verme como una nena, así que rápidamente subí a las habitaciones de sus hermanas.

“Bueno, me voy a vestir, pero por favor, no os riáis cuando baje” les dije.

“De acuerdo, pero no tardes”

Sus hermanas tenían un vestidor entre sus habitaciones, y era enorme: tenía varios armarios con vestidos, faldas, blusas, lencería, zapatos y muchas cosas de chicas, además de todo tipo de maquillaje. Pensé que era una oportunidad única, así que decidí tomarme tiempo para elegir y arreglarme lo mejor posible. Estaba segura de que ellos esperaban que me pusiera una falda, me pintara los labios y poco mas, pero yo decidí sorprenderles, porque además quería estar lo mas guapa posible para Fernando.

Elegí una faldita azul con mucho vuelo, por encima de las rodillas, una blusa de flores, una medias también azules y unos zapatitos de medio tacón muy elegantes. Me gustaba ir vestida muy clásica, de niña bien, un poco pija. Por supuesto debajo llevaba unas braguitas y un sujetador blanco, de encaje y con lacitos. Ya llevaba media hora arreglándome y me llamaron para que bajara, pero les dije que no había acabado, que me faltaba un poco.

Tenía que maquillarme y arreglarme el pelo. Me había maquillado varias veces, siempre a escondidas, y esta vez tenía que ser especial, ya que me iban a ver los chicos. Me puse un poco de polvos en la cara, sombra azul claro en los párpados, una rayita en los ojos, rimmel, algo de color en los pómulos y los labios de rosa. Todo muy discreto, en tonos pastel. Me arreglé la melena dándole volumen, me puse un lacito, además de los complementos: pendientes, sortijas y demás. Me miré al espejo y aluciné: nunca me había visto tan guapa y femenina, estaba deseando que me vieran.

“¿Pero vas a bajar ya?” gritaron los chicos

“Ya voy, ya voy, un minuto” respondí, me gustaba hacerlos esperar, como deben hacer las chicas cuando se arreglan.

Bajé lentamente las escaleras que daban al salón donde estaban ellos, contorneándome un poco y nunca olvidaré la cara que pusieron cuando me vieron.

“Guuuau, estas increíble”, exclamó Alberto

“Que linda te ves”

“No me lo puedo creer”

Paseé delante de ellos moviendo el culito y les dije:

“¿No querían que me vistiera de chica? Pues las cosas se hacen bien o no se hacen, así que decidí vestirme lo mejor posible”

“¿Y como te llamas, encanto?” dijo Carlos

“Carolina, y espero que me traéis como a una dama” respondí ya metida en mi papel.

“Estas perfecta, pasas por una nena”

“Es que ahora soy una señorita”

Se rieron los tres y me senté junto a ellos, cruzando las piernas y dejando ver un poco los muslos.

“Bueno, estaréis contentos ¿Y ahora que hacemos”

Lo que hicimos después os lo contaré en la próxima entrega, pero ya os adelanto que fue maravilloso. (Continuará)

Besitos

Marta


La aventura del servicio de caballeros

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Mateo desempeñaba un trabajo de mierda. Y era totalmente consciente de ello. Tenía que recoger mucha mierda, literalmente. En los lavabos del centro comercial la gente dejaba toda clase de obsequios de diversos tamaños y textura pero repugnantes en unanimidad. Enfundado en su mono de trabajo, armado con una fregona y unos guantes de látex, Mateo lidiaba diariamente con las heces y fluidos de gente anónima. Fregaba los suelos, limpiaba las tazas, repasaba grifos… todo por unos miserables euros que apenas le daban para llegar a fin de mes, para establecer una vida social, salir, conocer gente. Los únicos conocidos que tenía eran los asiduos a los urinarios masculinos, que veía día sí, día no; tendrían problemas de próstata, especulaba Mateo. Aquel lunes, tan duro, gris y rancio como todos los comienzos de semana no se distinguía de otros: tuvo que limpiar a conciencia después de una visita de un grupo de críos, advertir a un individuo que no debía fumar en el reservado y ayudar a un anciano a incorporarse del retrete. Algo que su fuero interno se oponía a admitir que aquello era un trabajo digno y decoroso. Pero aquella jornada llegaba a su fin, rozando ya las once de la noche, Mateo abandonaría aquella estancia maldita para recogerse en su estudio de cincuenta metros donde racionaba su intimidad por centímetros. Eran tiempos duros. Mateo lo sabía.

Estaba repasando el suelo por última vez, con el detergente más fuerte más el añadido de unas gotas de lejía, cuando alguien entró. A Mateo le fastidiaba en grado máximo que le pisaran el fregado y más a aquellas horas vespertinas. Lo primero que lo descolocó fue la visión de unos zapatos de tacón que pisaban la superficie reflectante de las baldosas del piso. Al alzar la vista fue cuando pudo verla de cuerpo entero: ante él estaba una morenaza de ojos claros, vestida con una minifalda que dejaba lucir sus pantorrillas y muslos, a juego con una chaquetilla celeste y con una camisa a rayas, los tres botones superiores desabrochados que insinuaban un provechoso y cargado escote. Ella le observó con mirada expectante.

-Señorita-repuso él-, se ha equivocado, tiene que ir al lavabo de al lado, este es para los varones.

-Tengo un pequeño problema. Déjeme por favor pasar a un retrete, solo será un minuto.

Mateo chasqueó la lengua, en desagrado de transgredir las normas básicas pero aquella mujer tenía algo especial, atrayente, una presencia, estaba muy buena y su perfume, que inundó toda la estancia, era sugerente y estilizado.

-Bueno… pase, pero solo por esta vez-Mateo se mostró permisivo pero dejó una impronta de compasión hacia ella para hacer notar quien mandaba allí.

La mujer se internó en un retrete y cerró la puerta. Tras varios sonidos de cremalleras y ropas que se desprenden, Mateo escuchó como un chorro de líquido chapoteaba en el agua del wáter. Era un sonido continuado, familiar, como cuando él orinaba en la soledad de su estudio. La curiosidad hizo que dejara a un lado la fregona, se internara en el wáter contiguo, se subiera en él, asomara su cabeza sobre el tabique y espiara a aquella misteriosa dama. Lo único que pudo distinguir fue cuando ella alzaba sus prendas de nuevo sobre su cuerpo y se disponía a salir. Pero antes de eso, instintivamente, alzó la vista y le descubrió. De forma mecánica, Mateo ocultó su cabeza y aterrizó en el piso. Se sintió un poco avergonzado y esperaba unas palabras de rechazo cuando ella saliera del habitáculo. Pero eso no ocurrió. La puerta no se abrió. Transcurrieron unos minutos en silencio donde parecía no pasar nada. El tiempo se congeló y no hubo reacción alguna. Era como si, de repente, Mateo se encontrara solo en la sala y aquella enigmática dama se hubiese evaporado. Empezó a dudar, a pensar que, tal vez, se hubiese marchado espantada ante semejante hombre de la limpieza mirón y descarado. A lo peor expondría una queja que sería el motivo de su despido. Ante tamaña desazón y desconcierto, Mateo vio justificada su siguiente acción: abrió la puerta del retrete y se metió dentro.

Ella aun seguía allí. Estaba como esperándolo. En las reducidas distancias de aquel habitáculo, sus cuerpos casi se rozaban, separados por unos exiguos milímetros que absorbían el calor, aroma y pulsión del cuerpo que tenían justo al lado. Los soles marinos de sus ojos se clavaban en los suyos, como hipnotizándolos. Sus manos se rozaron levemente para después, poco a poco, con un gesto tímido al principio para después consolidarse en un apretón, los dedos se entrelazaron para cerrarse en las otras. Aquel contacto fue providencial. Mateo notó como su corazón aceleró el bombeo, como la piel de la palma de su mano se adaptaba a la de ella, como su lívido despertó en una explosión inicial, premonitoria de un alud descontrolado de sensaciones.

Ella apoyó sus manos en sus hombros, se acercó y le besó en los labios. El perfume era cada vez más embriagador e irresistible. Sus labios eran dulces y melosos. Su lengua, refrescante y pecaminosa, se enroscaba en la suya pidiendo acción. Sus manos ascendieron a su cuello y se enredaron en su mentón. Él la agarró de la parte posterior de los muslos y, con la otra mano, poseyó parte de su culo; ella arqueo la pierna y se entregó aun más a los besos y caricias. Se detuvieron por un instante y se miraron a los ojos. Un horizonte marino celeste se escondía tras ellos. Recuperaron el aliento, sintiendo los latidos de sus corazones, el uno contra el otro, la erección de él se clavaba en el vientre de ella, como una espada afilada a punto de ensartar al contrario. Ella reanudo los besos y él, ahora sí, agarró sus nalgas con las dos manos, amasando las mullidas protuberancias de carne, tan redondas y sublimes. Cada vez más, sus cuerpos se juntaban, se apretaban el uno contra el otro, compartían el calor, la pasión se trasmitía, se contagiaba y aumentaba. Los dedos de él se aventuraron a acariciar la piel de debajo de su falda, pero ella pronto los detuvo. Se agachó ante él y le bajo la bragueta. Con delicadeza, sus manos sacaron su miembro erecto, que irrumpió en la función desafiante, en alto, descarado y lascivo. Ella se lo metió en la boca.

Empezó a acariciarlo con la lengua. Le pegó un lúbrico repaso a su glande, que estaba a punto de estallar. Él se debatía entre un irrefrenable deseo y una vulnerable sensibilidad, que lo mantenía inquieto ante un arrebato de sensaciones. Le succionaba la punta con avidez y lujuria. Observarla desde lo alto era un espectáculo solo eclipsado por el placer que le provocaba cuando su boca recorría todo su miembro, desde el principio hasta el final sin olvidar un centímetro de piel. Mateo estaba cada vez más excitado, su miembro estaba durísimo dentro de la boca de aquella mujer, que no hacía más que entrar y salir, donde su lengua rodeaba la punta, una de sus manos agarraba la base y la otra le bajaba la cremallera del mono, descubriendo su torso desnudo, ávido de caricias.

Sus labios eran como una alianza que rodeaba su miembro y no se detenía en su frenético trayecto de entrada y salida que se entretenía en la piel hipersensible de su glande, hormigueando con su lengua, aprisionando de una forma leve con sus incisivos, mientras sus uñas curiosas pellizcaban uno de sus pezones, anegando de sensaciones su cerebro, obnubilando sus sentidos en un caudal de placer y éxtasis. Ella seguía afanada en la felación, sintiéndose poderosa al transformar como una roca su miembro, al atraparlo en su boca y someterlo al ritmo que ella imponía, atendiendo a sus pálpitos que retumbaban en su paladar, imprimiéndole más o menos ritmo, para estremecer a su eventual pareja.

Mateo no podía más que sentir admiración, asombro y respeto, todo a la vez, ante las artes amatorias de aquella mujer. Nunca nadie le había proporcionado una felación como la que estaba recibiendo, hasta el punto de perder el control, sintiéndose embargado por el poderoso gusto, la cúspide de la satisfacción, al no saber si podría retener el orgasmo y la eyaculación ante la maestría de aquella desconocida. Le hacía suspirar, ponerse tenso, mirar hacia arriba y cerrar los ojos. Lo estaba pasando en grande y se sentía incapaz de resistirse ante esto.

Ella le agarró el miembro con una mano mientras seguía el repaso con la lengua. Posaba su pulgar en la punta y procedía a lamerle como un gustoso helado de carne que nunca se derretía. En un fugaz momento, alzó la vista y vio la cara de Mateo, trasfigurada por el gozo, como suplicante, no acostumbrado a recibir aquel regalo, inútil permanecer indiferente y totalmente subyugado a ella y el deleite que le estaba proporcionando. La mirada que ella le dedicó era traviesa, serena, segura de lo que estaba haciendo, sabedora de lo que le estaba trasmitiendo. Le dedicó más caricias a su torso desnudo, recorrió su piel con la yema de sus dedos y volvió a pellizcarle los pezones, y Mateo no pudo reprimir un leve jadeo. Esto solo es el principio, nene, pensó ella. Le asió de la parte posterior de la rodilla, para engullirla toda. A Mateo le pareció que le llegaba a la campanilla. La succionó enterita para repetir el movimiento varias veces implacable, sin piedad, toda lujuria y regocijo. Mateo intentó moderar su respiración sin éxito; aquella mujer le estaba matando de placer, mientras ella, calmosa, vigilaba la evolución de su compañero que se deshacía delante de ella. Recogió su escroto con una mano, y le obsequió con un beso en la punta que después se convirtió en mamada cuando los labios voraces se volvieron a abrir para atraparle de nuevo y agitarle en un frenético movimiento.

Mateo no podía más. Si seguía así, iba a correrse. Agarró su miembro y lo sacó de su boca. Ella entendió el enroque y cambió de tercio. Aun arrodillada ante él, con su miembro tieso a pocos centímetros de su cara, comenzó a desabrocharse la camisa de una forma pausada pero armoniosa: ahora un botón, después el otro. Con calma, sin prisas ni desespero, dejando traslucir su sostén conjuntado que embutía su generoso y copioso busto. Pero mientras lo hacía, el pene le rozó las mejillas y lo atrapó con las dos manos y comenzó a comérselo con apetito voraz, abría su boca para que todo quedara dentro, succionaba con presión de vacío, como si fuera la última vez. Mateo se sentía irremediablemente precipitado a la recta final. Con una mueca de complacencia irresistible tuvo que reconocer que aquella mujer le llevaba al éxtasis y él no podía contenerse, indefenso ante aquella fémina que esgrimía su pene, que lo manejaba como propio y lo sometía a una lascivia irreprimible. Y justo cuando creía que ya no había marcha atrás, cuando estaba preparado para correrse, el movimiento se detuvo. Entre resuellos, Mateo trato de recuperar el aliento y cuando abrió los ojos, se la encontró erguida, frente a él, mirándole fijamente, preparada para su siguiente acción. ¿Estaría preparado él?

Sus pechos embutidos en el sujetador, luchaban inquietos por mantenerse dentro. Eran grandes y redondos. Mateo los rodeo con las manos y los notó duros y poderosos. Los estrujó con fuerza y sintió dureza y resistencia. Con un aspaviento, arrancó el sostén para dejarlos al descubierto: coronados por dos puntiagudos pezones, desafiaban la gravedad manteniéndose inhiestos y atrevidos. Se inclinó sobre ellos y les rindió pleitesía comiéndolos, devorándolos, succionando los pezones, mordiéndolos, agarrando las tetas e intentando meterlas por completo dentro de su boca renunciando ante el gran tamaño y poderío que lucían procaces. Ella posaba las manos en su nuca, le acariciaba el pelo, agradecida ante la elogiosa demostración de pasión irresistible que Mateo entregado no inhibía. Su lengua revoltosa se dedicó a un pezón, lo punteaba, le sacaba brillo, se desvivía de lujuria por él, por eso, ella sujetó su enorme pecho y lo apretó a su boca; él continuó desesperado, hipnotizado, sometido, lamiéndolo con frenesí.

Casi ahogado, sin aliento, mareado, Mateo decidió parar para darse un respiro y allí la tenía delante, firme, sosegada, dispuesta. Desalojó el habitáculo y se sentó encima de un lavabo, con las piernas semiabiertas, indicando con su dedo índice a su amante que se acercara. Mateo obedeció, no podía hacer otra cosa, no había opción.

La agarró de las caderas y la besó en la boca apasionadamente. Sus manos descendieron a sus muslos mientras ella le abrazaba denodadamente. Sus mojadas lenguas seguían manteniendo el pulso mientras ella recorría su cuello, acariciaba su tez y amasaba su pelo. La correspondió rodeándola con sus brazos, sintiendo sus dos desnudos senos de granito presionar contra la piel de su pecho, atenazando sus pulmones, encogiéndolos y privándole de aire. Ella, sin piedad, aprovechó la proximidad de su cabeza para comerle la oreja. Mateo tuvo que marcar distancias para recuperar oxigeno pero ella no despegaba su boca de la suya, no dando tregua con su lengua. Volvió a inclinarse sobre sus pechos, los que antes lo habían amenazado, capitulando ante su fuerza y vigor. Los besó, lamió y comió, como un súbdito genuflexo ante su señor. Después, se desprendió completamente del mono y, desnudo, se arrodilló para indagar en la entrepierna de ella, rebuscando entre las prendas, desprendiendo telas hasta acertar a ver una sugerente y tupida franja de vello púbico. Antes de destapar el deseado tesoro, recorrió sus muslos con su lengua, olió la fragancia de lo que ocultaban sus braguitas para después lamer sobre la tela. Notó algo desigual, algo nuevo. Su lengua había moldeado una sólida protuberancia, un bulto latente, oculto. Debido a su estado de excitación que lo sometía y lo empujaba hacia un arrebato de pasión y sexo, ni siquiera se planteo que significaba aquello. Se dejó arrastrar, lanzándose al difuminado vacio de la lujuria. Hacía rato que había traspasado el punto de no retorno, sus movimientos estaban controlados con los cordeles de una marioneta que ella manejaba con destreza sin igual. Se sentía supeditado y, en cierto modo domado, una sensación extraña por novedosa pero que le emocionaba y le gustaba. ¡Le encantaba verse así!

Le bajó las braguitas y empezó a comérsela con fricción. La notó caliente dentro de su boca, como iba armándose y creciendo en su interior, imponiendo su dureza en su paladar. Aquella nueva sensación le embargó. No podía dejar de mamarla y succionarla. Como un niño ante un chupete, no dejaba de lamerla sin titubeos, de una forma irreductible y avariciosa. Quería absorber su tamaño, sentirla dura en su boca, atraparla toda ella y no soltarla. En una ocasión, la comió tan profunda que se atragantó, dejándola a un lado para toser y escupir. Su tamaño era intimidante pero la quería enterita para él. Empezó a lamerla, con lengüetazos intermitentes y suplicantes que pedían calmar su apetito. Ella apoyó una pierna en su hombro y con el pie en su espalda, la atrajo al pilón para que continuara saciándose engullendo aquella tamaña porción de carne que nunca se consumía, al contrario, se hinchaba y crecía más.

Ella lo escrutaba desde lo alto, acompañando su compas con la mano en su cabeza, acariciándole el cabello, reteniéndolo segundos cuando la tenía por completo en su interior, para luego reanudar el movimiento. Él, a veces se resistía un poco, para imprimir un ritmo más lento pero era imposible resistirse y la engullía de nuevo sin remedio, desnudo, arrodillado y sometido como estaba ante su maestra. Complacida, se dejaba llevar por el recreo que le proporcionaba su alumno, que había reaccionado estupendamente ante la sorpresa, como les ocurría a todos, que no podían soportar oponerse ante su monolítico miembro. Él estaba cada más ensimismado en su labor y ella se dejaba llevar por los placeres que le brindaba su víctima. Él estaba cada vez más rendido a sus encantos y, mientras le comía el miembro, la agarró de las piernas que le rodeaban, inclinando su cabeza más cerca.

Era un alumno aplicado que se dedicaba con tesón y, alguna vez hacía brotar un gemido de su garganta pero otras, ella tenía que retomar su cabeza con la mano para reconducir la dirección y ritmo. Con su experiencia, podría hacer de él un gran chupón, aunque, por ahora, inexperto, no podía reprimir las arcadas cuando su miembro entraba en tromba en su garganta. Él se resarcía como podía, para continuar con su empresa abarcando con su boca cada centímetro de piel de su miembro. Por un momento se detuvo, con ella en su boca, para poder saborear su sapidez, su dureza llenando sus carrillos, delectarse con su robustez y holgura toda para él mientras ella aprovechó para poner los pies en el suelo y erguirse ante él con los pechos al aire, arrodillado, desnudo, entregado y con su miembro en la boca.

Hechizado como estaba, no cesaba de mamar, untando todo el pene con su saliva, lubricándolo en su totalidad, con los ojos cerrados, sintiendo intensamente como iba y venía, como goloso chupeteaba su glande, como alzaba la cabeza para coronar con su lengua aquel pene erecto, postrado ante ella, con las rodillas hincadas en el suelo que hacía poco había fregado, mientras ella lo observaba con condescendencia.

Con un gesto, tirando de su oreja hacía arriba, él dejó de chupar y se levantó. Ella se desprendió de las prendas que aun vestían su cuerpo, igualándose los dos en exultante desnudez. Se fundieron en un abrazo, piel sobre piel, calientes como estaban, Mateo volvió a notar sus pechos, sus brazos rodeándole, sus vientres pegados y sus penes duros y a punto de reventar sometidos al angosto cajón de sus anatomías. Se fundieron en besos lascivos y apasionados, donde sus labios se enfrentaban y sus dos lenguas se fundían en una y sus cuerpos los imitaban. Mientas él estrechaba sus nalgas con las dos manos, entre las piernas de Mateo se hizo hueco el cañón de ella.

La dama tomó la iniciativa y comenzó a comerle los pezones, cambiando la intensidad de los mordisquitos, ora fuerte ora liviano sujetando su miembro con una mano, agarrándolo con fuerza para luego liberarlo levemente. Después se agachó y lo aprisiono entre sus duros pechos. Apretaban tanto que Mateo pensó que le iba a aplastar. Ante tamaña presión, se escapó doblando las rodillas, poniéndose a la altura de ellos, para volver a comerlos sin remedio y, agazapándose más, otra vez repasar con su lengua aquella efigie de carne. Ella apaciguó su ímpetu de animalito atrapado en sus redes y volvió a cambiar el juego.

Se levantaron y ella le giró, encarando su espalda. Apoyó su duro miembro sobre sus costados, mientras Mateo lo miraba de reojo, a la par temeroso y ansioso. Ella no pudo reprimir una sonrisa, ante la inocente inexperiencia de su amante. Sabía que al principio le iba a doler pero después le gustaría. A medida que la iba metiendo, el cuerpo de Mateo se iba doblando. El agujero de su culo se iba ensanchando para albergar todo el tamaño y grosor del pene de su amante. Escocía un poco pero sentir como se introducía aquel obús le hacía sentirse pequeño, sometido y contento. Cuando estaba por completo dentro hasta el fondo, Mateo estaba postrado contra una pica, cayendo las gotas de sudor dentro y desapareciendo por el desagüe. Ella la sacó para volver a penetrarle otra vez. Su culo peludo de hombre se abría para dar la bienvenida al poderoso miembro de aquella prodigiosa dama. Se la clavó hasta que sus testículos chocaron con su perineo. Cuanto más dura la notaba en su interior, más sangre bombeaba su corazón hacia el pene de Mateo. Ella se tendió sobre el cuerpo de él y alcanzó su miembro, durísimo como estaba. Mateo gemía de placer. Sus pechos sobre su espalda, su pie sobre el de la pierna que tenía abierta apoyada sobre otro lavabo de la hilera de la sala. En esta posición, la penetración era mucho más profunda, hundiéndose en su colapsado culo. Empezó a dotar ritmo a sus penetraciones, más rápidas y hondas, haciendo temblar el pene y los testículos de Mateo. Él aferraba fuerte sus manos a la pica hasta que los nudillos se le quedaron blancos. Su erección era cada vez más exagerada incluso, cuando se tensaba, un poco dolorosa. El empuje lo amorró a centímetros del desagüe. Sus manos resbalaron y consiguió aferrarse fuertemente al grifo. Ella arremetía contra él cada vez más fuerte, ahora de nuevo erguida agarrándole de los hombros para penetrarlo hasta las cachas. Doblado como estaba, espatarrado, violado por aquella mujer, sometido como estaba, dio rienda suelta a su lívido y no reprimió ningún gemido ni sollozo, al compás de las arremetidas de su amante, aumentando el sonido de las improvisadas octavas que acabaron trasnformándose en alaridos de puro placer. Ella seguía meneándosela con fuerza, conjugando la sensación de un onanismo con acento griego y poderosa, lo embestía orgullosa de su potencia, agarrando el cuerpo de su sometido amante de sonora reverencia. A cada penetración, Mateo se arqueaba, sollozaba, cerraba los ojos, acogía el caudal de carne apretando el culo. Ella lo penetraba seria, con dedicación y oficio, sin freno, implacable. Su rictus era serio y concentrado, dedicada a darlo todo a su amante, imponiéndose a base de empitonadas. Tenso su pene en su interior e hizo que él se enderezara, emitiendo un aullido de libidinosidad. Con una mano le sujetó la espalda y con otra le separó una nalga para ensartarlo mejor. Él no paraba de moverse pero ella se dedicaba con profesionalidad y sobrio entusiasmo. Hasta que Mateo eyaculó un chorro de semen sobre el suelo antes impoluto, envuelto en un aullido que se fue apagando a medida que dejaba de correrse. Agotado, cayó al suelo sobre su corrida.

Ella le cogió de los pelos y arrimó su boca a su miembro aun duro. Él entendió que debía de hacer un último esfuerzo para otorgarle, que menos, el orgasmo a su diosa, que mantenía imponente su figura en las alturas, cuando la miraba desde abajo. Su vientre plano, sus pechos erguidos, su bello rostro. Se afanó comiéndosela cada vez más rápido y obediente, dispuesto a mamarla hasta el infinito. De un manotazo, lo apartó de su miembro y empezó a masturbarse. Él seguía rindiendo culto a su diosa comiéndole los testículos, atento para cuando ella llegara al final. Cuando ella se corrió, él acogió su semen caliente con la boca completamente abierta, que abarcó un chorro que inundó su rostro, desde su frente hasta su barbilla. Completamente extasiado, se tumbó, sintiendo como las espesas gotas blancas chorreaban por su cara. Se relamió degustando salobre aquel fenomenal manjar. Se sentía cansado, exhausto, con el trasero dolorido, pero satisfecho. Parecía que hacía años que vio entrar a aquella mujer a los servicios equivocados y tener la fugaz fantasía de follársela, pero tal vez no se había equivocado de lugar y fue ella la que acabó follándoselo a él. Aquella misteriosa mujer que no había visto nunca, de extraordinarias artes amatorias, de la cual desconocía hasta su nombre.

Abrió los ojos y, sorprendido se vio acompañado únicamente de la soledad de los servicios masculinos de aquel centro comercial de extrarradio. Mateo suspiró. A partir de aquel día, aquel trabajo dejaría ser de penoso, y afrontaría las sucesivas jornadas con ilusión cada vez que recordara a aquella mujer y anhelara una nueva visita suya.

Mónica, el principio

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Me entretuve en la terraza del aparthotel en el que Ruth me había hecho la reserva. Había llegado hacía apenas una hora y, tras la ducha de rigor para sacarme los restos del largo viaje, estaba listo para empezar mis tres semanas de vacaciones. El único palo es que iba a perder un par de días dónde me encontraba. Tras más de diez años desde la última vez que la ví, recibí noticias de Ruth, una novia de juventud (1990-1991, ¡Ahí es nada!). No sé cómo me localizó pero, al menos antes, se le daban muy bién las intrigas. Supongo que echaría mano de algún amigo común o algo así. El caso es que se emperró en que fuese a visitarla con la peregrina excusa de mostrarme su nueva cuidad ya que esta venía de paso hacia mi lugar de vacaciones No me negué, en parte porque era razonablemente cierto que debía pasar por ahí, en parte, porque siempre que habíamos coincidido con ella tras nuestra ruptura, habíamos terminado teniendo unas estupendas sesiones de sexo y, en parte porque de su ciudad era uno de mis contactos gay.

Enfrascado en mi libro ante un Dry Martini con un cigarrillo consumiéndose en el cenicero, recibí un watsap sobre las seis y media de la tarde. –Salgo de la oficina a las siete. Iré para allá-, rezaba escuetamente. Levanté la vista mientras devolvía el móvil a su lugar y la crucé con una elegante y atractiva mujer de, más o menos mi edad, a tres mesas de la mía. Alguna especie de ejecutiva, vendedora o algo así. Con un elegante traje de falda y chaqueta algo impropio de esas temperaturas, aunque la chaqueta reposaba junto a su bolso y, la blusa blanca realzaba unas tetas muy bonitas; tal vez artificiales, pensé. Los dos apartamos nuestras miradas, pero un destello de atracción o reconocimiento se cruzó. Incapaz de concentrarme en el libro, lancé atisbos hacía la enigmática jaca sólo para descubrir que ella le prestaba a su portátil el mismo caso que yo a mi libro. –Hola-, dijo resueltamente David, el casi treintaañero contable gay con el que había quedado. Me estampó un par de besos en las mejillas y se sentó conmigo pidiéndose lo mismo que yo.

A pesar de que nos conocíamos del año pasado y habíamos seguido manteniendo contacto, le ví algo distinto. Más suelto, más amanerado. De pronto, me descubrí sintiendo algo de vergüenza ante la mujer con la que, tal vez, había perdio mi oportunidad; sobre todo al descubrirla mirándonos divertida. –¿Vamos arriba?-, le pregunté un tanto brúscamente al joven. –Uy, sí que hay prisa…-, dijo él levantándose. Con el peso de la mirada de la mujer a mi espalda, nos metimos en el bar para tomar el ascensor tras abonar las consumiciones. Morreo en el elevador, manoseo cómo para comprobar que todo seguía allí y, de golpe estábamos dentro de mi pequeño apartamento.

Los pantalones y slips cayeron al suelo sólo cruzar la puerta, antes de entrar en la habitación lo hicieron las camisas. Una vez allí, con cierta precipitación, lo empujé sobre la cama, junto a los juguetes que una hora antes había desparramado, quedando la polla del joven apuntando descarada hacia el techo. Sin darle tiempo a pensar, me abalancé sobre aquella golosina y tragué lo que pude. -¡Ohhh!-, agradeció David. Tras casi un mes sin probar una tranca la del contable, a pesar de ser más bién normal, me pareció exquisita. Dura, sedosa, caliente… Mi culo la reclamaba a gritos. Me puse a horcajadas sobre el chico, tomé el bote de biolube y, mirándolo lascivamente, me unté mi agujerito para luego pasarle un condón. -¡Eh, que la pasiva soy yo…-, protestó. –¡Porfa, David! Luego te follo-, le prometí.

Un poquito a regañadientes, se puso el forro y yo, apoyando mis manos en su pecho, sencillamente, me dejé caer empalándome. Gemimos los dos y comencé a cabalgarlo sintiendo su pene raspando mi recto, mis bolas golpeando su depilado pubis y mis nalgas golpeteando sus pelotas; todo acompañado por el chapoteo del lubricante excedente entre nuestros cuerpos. La maricona comenzaba a disfrutar de su nueva faceta de activo, porque me acompañaba agarrándome fuertemente de mis nalgas, marcando el ritmo de la jodienda. Yo quería evitarlo, deseaba cumplir enseguida con mi promesa a David, pero pudo más el morbo de pajearme mientras me daba por el culo. El me miró sonriendo y pasó a centrar su mirada en mi verga si dejar de joderme. Aguantamos sólo unos minutos más. -¡Ay, que me corro, que me corrooo…!-, chilló con voz de locaza perdida. Aquello fue demasiado. Mientras él llenaba el condón yo vacié mis huevos con una explosión de semen propia de los dos días que llevaba sin pajearme (a posta). El primer trallazo le dio en la mejilla y nariz, el segundo directo a su abierta boca y los siguientes ya sobre su pecho.

Exhaustos los dos, me dejé caer sobre él. Compartimos mi lefa con un beso al tiempo que su polla, ya morcillona, escapaba de mi esfínter dejando un vacío incómodo. –Lo siento, David. Habrá que esperar un ratito.-, le aclaré en cuanto pude. –No importa, a mí me ha gustado follarte. ¿Nos duchamos ahora?-. Por respuesta, le dí un lametón en la mejilla levándome un chorretón de lafa que empezaba a caerle y lo puse en la punta de su lengua expectante. Jugamos un poco más, hasta que nuestros sexos volvieron a estar a punto. Me pusé un condón ràpidamente, él se metió un par de dedos mojados de lubricante en su anito y lo penetré. De cara. No es cómo más me gusta por lo corto de la metida, pero jodimos un buén ratito así. David, al fin, tenía su recompensa. -¡Oh, sí, dámela toda, toda…!-, me ponía burrísimo la nenaza desbocada que, en un despiste, aprovechó para meterme un par de dedos abandonando el abrazo al que me tenía sometido. -¡Hostia, hostia, que buenooo!-, chillé corriéndome dentro del acogedor recto del muchacho. Me salí tan rápido que se le quedó el condón dentro del culete y nos metimos en un 69 furioso. Yo con su verga aún durísima y él con la mía casi morcillona y mojada de esperma. De pronto unos golpes en la puerta hicieron que David se corriese más del susto que de lo cerca que lo tenía yo lanzando dentro de mi boca un par de choritos de ambrosía caliente. –Mario… Holaaa. Soy yo-. Dijo mi ex desde el otro lado. –¿Tu mujer?-, preguntó el joven horrorizado. –Que va-, le respondí dando por supuesto que mi manipuladora antigua novia llevaba un rato ya escuchando. Me levanté cerrando cómo pude una toalla a mi cintura y fui hacia la entrada. Me había pillado y bién, cómo veinte años atrás.

Que vendría al apartamento en lugar de esperar dónde habíamos quedado lo imaginé desde el primer momento. Pero no hora y media antes. Abrí, nos recocimos y me dio un piquito con un poco de lengua. -Sabes a leche, maricón-, lo primero que me dijo después de diez años. –Cómo el día que te pillé con Carlos, ¡Jaja!-. Me tomó de las manos y, separándomelas del cuerpo soltó –Te ves mejor que por cam, jeje. Ahora sí, hola Mario-, estampando un beso en mi mejilla. –Hola guapo-, le dedicó a David, ruborizado y acorralado en la habitación. –Quedamos a las nueve y media, Ruth-, le recordé innecesariamente. -Me apetecía volverte a pillar…-, dio por respuesta mirándome divertida encendiéndose un cigarrillo. –Uau. Vaya fiestecita-, exclamó la morenaza al ver los juguetes, que apenas habíamos tocado, sobre la cama.

-Espera en el sofá, ahora salgo-, le dije. Tomé por los hombros al asustado y desnudo chico y me metí con él en el baño. Abrí el agua y comencé a olvidarme de la presencia de la chica, enjabonando el depilado cuerpo de mi amante. Al fin y al cabo, ahora Ruth ya no podía dejarme, así que me dejó de preocupar. De pronto se abrió un poco la puerta de la ducha: -Os olvidais esto, chicos… Jaja-, tirandonos un par de condones que cayeron al plato. –Siempre es así-, inquirió tímidamente David. –Antes sí, supongo que no ha cambiado-, respondí metiéndole un dedo enjabonado en su prieto esfínter. –No, ahora no-. Lo cierto es que la situación me producía tal morbo que estaba totalmente empalmado. Pero el joven no parecía con muchas ganas de colaborar. No pude culparle. Para vestirse tuvo que recorrer medio apartamento, claro. David hizo ademán de despedirse rápidamente, pero a la vista de la morena, le estampé un morreo al que terminó respondiendo antes de salir. Yo vestía sólo la corta toalla a la cintura, cosa que aproveché para, cogiendo su mano, aclararle cómo me estaba dejando. A pesar suyo, creo, me acarició un tanto la tiesa barra, se ruborizó de nuevo y, en silencio, salió.

Durante las dos anteriores semanas ya habíamos chateado con Ruth de todas las trivialidades habidas y por haber que pueden suceder en diez años sin contacto (o eso creía yo), así que pasó a lo que a ella le gustaba hablar de verdad. –Esto me ha puesto muy perraca-, dijo –Nos lo habríamos pasado de puta madre-, entonces atiné en que sus faldas estaban sólo puestas sobre sus piernas y que había unas bragas en el reposabrazos del sofá. Anda, no seas malito, cómemelo…-. Ya lo había visto la semana pasada, en una sesión de cibersexo que tuvimos, pero ahora parecía distinto, mejor. El acogedor coño de Ruth ante mí, de nuevo y sin pantallas de por medio. Cómo casi siempre, consiguió lo que quería. Me arrodillé ante su vagina y comencé a lamer cómo a ella le gustaba, al menos diez años atrás. Comenzando por el interior de los muslos, acercándome peligrosamente al ardiente chocho. Besando el erecto clítoris. Noté y sorbí la abundante humedad saliendo de la rajita cuando me ofreció uno de mis juguetes que se había agenciado de mi cama: un Clear Stone transparente de 20 x 4.2 centímetros. Nos miramos unos instantes y, sin perder el contacto visual, le fui enterrando el enorme dildo en su potorro. Su cara se transformó lentamente en un ricrus de satisfacción y vicio que daba miedo. Volví a comerle la pepitilla cómo si de una polla se tratase mientras le daba silicona y ella ya empezaba a jadear y decir chorradas sin sentido.

El caso es que, al cabo de unos minutos, mi tranca ya empezaba a molestarme de lo tiesa que la tenía a pesar de las dos recientes corridas de modo que, en un rápido movimiento, le retiré el clear stone y lo sustituí por mi tranca metiéndome entre sus muslos. -¿Qué haces, capullo? Métemelo otra vez enseguida.-, ordenó cuando llevaba ya le había metido tres o cuatro emboladas. –Pués chúpamela, porfa…-, supliqué. -¿Maquillada?, ni de coña. ¡Uh, así, Más, más!-, fue su egoista respuesta al reponer el consolador en su sitio. Por suerte, se apiadó de mí y, poniéndose a cuatro patas sobre la alfombra me ofreció su glorioso culo. Le comí un poco el ojete, metiendo la lengua dentro como a ella le gusta, mojándolo lo que pude, me incorporé un poco mientras ella se daba furiosamente con el rabo artificial aguantándose con una sola mano y, sin más preámbulo, se la metí. Toda.

-Ohhh…-, exclamé al notar el prietísimo y ardiente agujero, algo mejor que el del afeminado de David. -¡Uah. Maricón. Que falta lubricante!-. Hice un amago de sacársela, pero la jamona lo pensó mejor. –Dame, perro, dame por el culo…-. Obedeciéndola, la ensarté de nuevo. –Mmmpf… Toma puta-, le dije cariñosamente entrándole hasta los huevos. No podíamos aguantar mucho más, ni ella ni yo. –¡Joder, joder, joder… Me corro!-, chilló como una loca dejando que el brillante dildo se le escurriera de su vagina. Yo me agarré a sus tetas por encima de la blusa y, en unas pocas embestidas más, le eché la poca lefa que me quedaba en los huevos dentro de su acogedor pozo negro. Al poco, ya morcillona se la saqué. –Parece que, al final, tendrás que repasarte el maquillaje-, le dije señalando su cara y el pelo alborotado. –Y ducharme… No pienso salir por ahí oliendo a recién follada-, balbuceó.

Tras una ducha rápida, por separado, nos llegamos en taxi al restaurante en el que habíamos reservado mesa. –Te sienta bién el divorcio-, le solté al fin ya en el segundo plato. Sin saber muy bién de qué manera, la conversación volvió a veinte años atrás. Al día en que lo dejamos o, mejor, terminamos de dejarlo. Ya llevábamos un tiempo algo hartos, demasiado jóvenes y alocados. Fue el día que se nos ocurrió hacer un trío con un chico al que ella conocía de la tienda en la que curraba. Empezamos muy bién, luego nos acabamos liando él y yo animados por ella mientras se reía apurando un porro, pero lo que colmó el vaso fue pillarnos a la mañana siguiente jodiendo el chico y yo a su lado recién despertada. Se le habría pasado ya el pedo, y pilló un rebote espectacular. Nos echó de casa de sus padres recordándonos lo maricones que éramos, a pesar de que la noche anterior la habíamos follado y bién por todos sus agujeros. Al parecer la cosa acabó, curiosamente, con ellos dos casados y yo de regreso a mi ciudad. –Se llamaba Carlos-, me recordó. –Aguanté con él unos diez años, pero hará cinco empezó a cambiar… demasiado-. No quiso explicarme en qué consistía ese cambio y no la presioné, pero fue suficiente cómo para separarse. – A lo mejor me precipité. Tampoco estabas tan mal con una polla en el culo, después de todo. O en la boca-, remató sonriendo pícaramente y haciendo un gesto obsceno.

Nos metimos en un local de copas, no lejos del restaurante y, tras pillar un par de cubatas, nos fuimos a una mesa alta. De repente, en una mirada distraída, la vi. La hermosa mujer del aparthotel. Y se dirigía hacia nosotros. –Hola Mónica-, le dijo Ruth a la recién llegada tras levantarse para estamparle un par de besos. Sólo un poco más bajita que yo y con un traje de noche que quitaba el hipo. –Éste es Mario, un ex… jijiji-, le confió. –Nos conocemos-, respondió Mónica con voz más que sensual, guiñándome el ojo al tiempo que yo me ruborizaba ligeramente. –Es mi abogada, bueno, la que llevó mi separación-, aclaró Ruth. Se sentó con nosotros y descubrí enseguida que, aparte de ser una conversadora inteligente y divertida, el encuentro no había sido casual. De nuevo mi ex, la manipuladora, controlaba la situación. Se le vió el plumero en cuanto saludó a dos treintaañeros de la pista a los que se unió despidiéndose de nosotros “por un rato”. Mónica y yo quedamos solos en la mesa y, tras acercarnos un poco, comenzamos lo que podríamos calificar de flirteo. Más ella que yo. Sorprendido aún por ello casi la cago cuando le solté sin demasiados ambages –Verás, Mónica: no quiero que pienses que soy gay, ¿Sabes?-, le dije. -¿Y porqué? No es nada malo. ¿O te me estás insinuando?-, preguntó coqueta. –Lo siento, no quise decir eso…-, traté de arreglar. –No te preocupes. Me halaga que los hombres se fijen en mi y, entre nosotros, Ruth ya me había hablado de ti-. Encima. Frente a frente, separados por la pequeña mesa circular, volvió a asaltarme la sospecha de que ya nos conocíamos, pero mis ojos se desviaban más que a menudo hacia su generosísimo escote y sus perfectas tetas. Al final, lo notó. –¿Te gustan? Antes de que lo preguntes: No, no son mías. Bueno, sí lo son pero… ya sabes. Jijiji-, aclaró señalando su origen quirúrgico. La gota que colmó el vaso fue cuando me pidió que me acercara para verlas mejor y mientras me agachaba por entre los dos cubatas, me besó en la mejilla. Nos miramos unos breves segundos y surgió algo. Nuestros labios se juntaron y permitieron a nuestras lenguas conocerse.

-¿Te ponen los bisexuales? Sabes que acabo de follar con un tío-, le pregunté de sopetón al separarnos. –Yo también lo soy, así que lo entiendo… perfectamente. Además, pillín, también acabas de joder con Ruth-, repondió acariciándome una mano y acercándola a sus pechos. Perfectos, cómo los de una jovencita. –Me apetece un cigarrillo-, ordenó ella agarrando su cubata y esperando que la siguiese. Repasando sus sinuosas curvas no me di cuenta de que no íbamos a la calle, sino a una terraza al fondo del local. El lugar de las parejitas, supuse a tenor de la distribución de los sofás y las mesitas. Se agenció una de las más apartadas, junto a un muro, con vistas a la playa, de espaldas a la entrada. –¿Así que también te van las tías?- reinquirí tras sentarnos con nuestros muslos más que pegados y un brazo pasando por detrás suyo que, casualidades, fue a caer muy cerca de su tiesas pechugas. Su respuesta consistió en un beso de tornillo de casi un minuto. –Sé lo que piensas y sí, lo he hecho con tu exnovia-, dijo adivinando mis lúbricas imaginaciones. A pesar de los polvos de antes, volvía a estar burrísimo. –No sabía que Ruth comiese coños-, le dije tan delicadamente como pude. Me miró y, sonriendo, me soltó –Cariño, si tuviese que fingir un orgasmo contigo, tendría que echarte un yogur caliente por la espalda-.

Tardé unos segundos en entenderlo y algunos más en reaccionar. Mónica, riéndose de mi sorpresa, se abrió un poco el corte del vestido hasta mostrar unas preciosas braguitas… y un bulto aterrador. –Me tienes cachondísima…-, susurró mientras se aprestaba a apartar la tela que cubría su secreto. Entonces, cómo impulsado por un resorte, apareció un enorme ciruelo, largo y grueso, descapullado mostrando un glande brillante, con una vena casi exagerada resiguiendo el mástil flanqueado por dos enormes huevos… y lo reconocí.

-¿Carlos?-, casi grité al ver al cabo de veinte años la tranca que me había partido el culo deliciosamente. -¡Chst, chst…!-, poniendome el dedo índice sobre mis labios. –Mónica, me llamo Mónica-, remató. –Mónica-, susurré abrazando el poderoso falo con una mano sin poder apartar la vista de él. –Sabía que te conocía-, reconocí dándole un lametón en el cuello. -¿Aún te gusto?-, preguntó divertida. –Más aún…-, bajando mi cabeza para admirar más de cerca el obús de Mónica y darle un besito. –Oh, oh, oh…-, suspiró aunque apartando delicadamente mi cabeza. -¿Hay algún problema?-, le pregunté mansamente ante la negativa a la mamada que deseaba hacerle. –No, pero mejor en el hotel, jijiji…-., sonrió pícaramente. –Claro, claro-, respondí sin saber si podría aguantar y preguntándome cómo no podía dolerle el pedazo de erección que mostraba. Nos pusimos enseguida en modo adolescente y empezamos a magrearnos y morrearnos cómo posesos mientras apurábamos las consumiciones. –O nos vamos ya, o me corro aquí mismo- , le confesé. –Vamos, a mi me va a pasar lo mismo.

-Nos vamos, Ruth. Hasta mañana-, le dijimos a, ahora ya era público, nuestra ex quien, de todos modos, no había perdido el tiempo y estaba en un rincón de la pista en actituc más que cariñosa con los dos chicos de antes. –Igual paso…-, amenazó mientras ya nos alejábamos. Ya en el taxi hacia el hotel, seguimos con lo mismo incomodando un tanto al taxista incluso. Con la recepción vacía tuvimos que aclararnos. –¿En la tuya o en la mía?-, pregunté. –En la tuya, cariño… yo no tengo-. Eso aclaró definitivamente el plan de Ruth para juntarnos.

En un calco de lo que había sucedido con David hacía unas hooras, nuestras ropas yacieron en el suelo antes de llegar a la cama. Tumbé ansiosamente a Mónica que cayó de espaldas partiéndose de risa, me coloqué entre sus preciosas piernas y me tragué lo que pude del cipote de mi amante brillantísimo de delicioso precum. –Ohhh, mi amor, qué bueno…-, exclamó la chic@. Se dejó hacer unos segundos y, temiendo correrse demasiado pronto, me apartó de nuevo. –Fóllame, jódeme-, imploró. Junto a nosotros, aún desperdigados, seguían los juguetes y el lubricante. Agarré éste último, me unté el nabo al tiempo que ella se esparcía un tanto por el ojete y, sin más, la penetré de cara. –Mmm… Hacía años que esperaba esto-, dijo ella acogiendo mi miembro en su recto con no demasiado esfuerzo. Nos fundimos en un profundo beso y comencé a bombearla de cara. Divino era poco. Los jadeos y gemidos alcanzaron pronto un nivel peligroso. –Métemelo, cariño-, le pedí señalando un plug mediano con la cabeza. –Jeje, ouch, qué malo eres…-, respondió metiéndomelo con apenas el lubricante justo. Error.

Fue sentir la invasión y correrme dentro de su glorioso culo. Sin condón, olvidado durante el fogoso inicio. -¡Oh, mierda, mierda, me vengo, me vengooo!-, chillé vaciando la escasa lefa que me quedaba en los cojones. Ella seguía jodiéndome un poquito con el plug sacando las últimas gotas de mi pobre despensa de leche. –Venga, venga-, le imploré zafándome de ella y metiéndome a cuatro patas. En un movimiento inusitadamente rápido, me sacó el plug de golpe, echó un generoso chorro de lubricante en mi raja y me siliconó otra vez. -¡La polla, la polla!-, exigí. Arrancó el juguiete por segunda vez y, antes de que se cerrase del todo mi esfínter, me endiñó la tremenda tranca. Entera.

-¡Ahhh, oich, uuuf!-. Ella esperaba que me doliese un tanto, pero no hizo ademán de sacar nada, sino que esperó unos segundos, me pellizcó los pezones y empezó a joderme lentamente. -¡Cielos, qué culo, qué culo…!-, chilló dándome lo mío y lo de mi prima. Empecé a gozarlo de veras al vernos en el espejo. Una belleza tetona con un falo de concurso penetrándome cada vez más rápido. El súmum fue cuando, ya cansada, se recostó sobre mi espalda clavándome sus erectos pezones,. Abrasándome con el calor de su cuerpo y metiendo su pene hasta extremos insospechados dentro de mi. Aquello fue demasiado. Se sacudió violentamente y, con un ronroneo propio de un tigre me llenó de lefa mientras yo me retorcía de gusto soltando un par de gotitas. Uno, dos, tres y cuatro chorretones de semen acompañados de sus correspondientes culeadas. Su nabo se fue relajando, hasta que se le salió solo. Se echó de lado con una carita de satisfacción que daba miedo, la besé mientras notaba su leche abandonando mi esfínter en dirección a los muslos y se echó a llorar.

Mis Días Siendo Forzado (Capítulo 1)

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Capítulo 1

Sexo, mentiras y fotografías

Viernes, 28 de mayo

Linda aparcó en el garaje de su casa cuando los últimos rayos de sol de la tarde se ocultaban por el oeste. Le había llevado toda la semana pensárselo, pero al final había decidido plantar cara a su marido.

Sacó de la guantera del coche el sobre beige y volvió a echar un vistazo a su contenido, antes de salir del vehículo. Se sorprendió al comprobar que ya no le afectaba lo más mínimo. Era como si durante los últimos días se hubiera insensibilizado y no despertara ninguna emoción respecto a Mike.

Zack y Ellen habían sido muy amables durante esos días de descanso y el consejo de su hermano le había abierto los ojos de par en par. Su esposo la amaba pero había ciertos aspectos de su personalidad que había mantenido ocultos, bien por miedo, bien por vergüenza, bien por autoengaño. Ella no era quién para juzgarle, pero tampoco se iba a quedar de brazos cruzados. Hasta cierto punto podía comprender los motivos por los que podría haber ocultado su secreto. Estaba dispuesta a afrontar el problema y encontrar una solución para que su matrimonio funcionase.

Ya no quiero más secretos entre nosotros. ¡No más! pensó Linda mientras caminaba con resolución hacia la puerta de su casa. De una forma u otra, su matrimonio iba a sufrir un drástico cambio.

—¡Linda! ¿Cuándo has vuelto? —Mike se vio muy sorprendido al verla en salón.

—Hace ya un rato —Linda estaba sentada tranquilamente en el sofá como si tan sólo acabara de regresar de dar una vuelta por el vecindario.

—Podrías haberme avisado, tengo la casa…

—No te preocupes por eso —exclamó Linda al ver el desorden que reinaba a su alrededor después de cinco días. La casa parecía una leonera.

—¿Se encuentra bien Zack?

—Sí —dijo con una frialdad inusitada en ella.

—Dijiste que tenías problemas familiares…

—Ya están arreglados —le atajó.

—Estaba muy preocupado por ti, Sweetie.

Mike captó al instante que algo iba mal. No eran sólo las frases cortas y tajantes, apenas monosílabos y vagos meneos de cabeza, con los que ella le respondió al llegar a casa. También su manera de tratarle, impasible hasta el punto de ser insultante, le dio una pequeña pista de que aquello iba dirigido hacia él.

Acababa de regresar de la oficina de buen humor, la fiesta de despedida de James LaBelle había sido entretenida. Era una pena que se marchara, pero al menos Mike pudo hablar a solas con él y agradecerle el tiempo que había invertido en él siendo su mentor y la confianza que había depositado en su trabajo.

Sin embargo encontrarse de sopetón a Linda con cara de malas pulgas, había sido como un jarro de agua fría. Desde el lunes por la mañana no se habían hablado, tan sólo a través de enigmáticos SMS en los que no soltaba ni prenda y ahora volvía a casa.

—No estabas más preocupado que mi jefe —aquel golpe bajo le dejó patidifuso a Mike. No era justo que le acusara de desaparecer de casa como alma que persigue el diablo y no percatarse de su ausencia.

—¿Te ha sucedido algo? —le preguntó intentando mantenerse calmado. Se sentó en el sofá a su lado.

—No —Linda apartó la mirada de él.

Vale, no quiero seguir jugando a las adivinanzas.

—Bueno, ¿entonces porqué estás tan cabreada conmigo? —Mike intentó un enfoque más directo.

—No estoy enfadada.

—Desapareces durante días sin decirme nada de nada y cuando llegas a casa actúas como si fuera un extraño —le recriminó Mike esperando que de un momento a otro le explicara de qué iba todo aquello.

—Tenemos que hablar…

—Eso es lo que estoy intentando hacer, pero…

—No me has dejado terminar —exclamó Linda sacando de debajo del cojín un sobre de color beige—. Tenemos que hablar de algo que no te va a gustar.

—¿Qué es esto, Linda? —preguntó Mike un poco asustado cuando le tendió el sobre. Linda no le contestó, ni parecía tener la menor intención de hacerlo. Él examinó la solapa rasgada con creciente agobio, en el dorso escrito con letras grandes estaba su nombre, aunque de un modo en el que no lo había visto desde hacia años: “Mickey D. Brewster”. Abrió el sobre beige apresuradamente, impaciente de descubrir la respuesta a la singular actitud de su esposa. En el grueso sobre había una docena de fotografías ampliadas a casi el tamaño de un folio.

Mike reconoció al instante la foto superior, aparecían dos personas en primer plano. Una de ellas era el propio Mike, más joven y con el pelo mucho más largo recogido en una cola de caballo. La otra persona era Tom Vasili, un antiguo amigo de la época del instituto. Iban agarrados de los hombros y mostraban unas amplias sonrisas en sus rostros adolescentes, en sus manos llevaban sendos porros de marihuana. En una diminuta esquina de la fotografía desencuadrada se encontraban Emily Van Horne, Jimmy Evans y la chica por la que había estado colado durante todo el instituto: Sarah Rosenberg.

Mike se sorprendió al reconocer la que había sido su pandilla de entonces. Por los muebles tapados con sabanas del fondo de la imagen, y las estanterías repletas de herramientas de bricolaje herrumbrosas la fotografía debía de haberse hecho en el sótano de la casa de Jimmy Evans.

Allí solían reunirse los fines de semana cuando tenían quince años para fumarse unos cuantos canutos a escondidas y beberse unas cuantas cervezas. El padre de Jimmy solía hacer horas extra de guardia de seguridad y su madre nunca curioseaba lo que hacían.

Por las sonrisas estúpidas y bobaliconas que mostraban en aquella borrosa fotografía, era evidente que se habían retratado en medio de una de sus fiestas particulares de drogas y alcohol. Mike no lograba precisar cuándo las habían realizado… ¡Pero ahí estaban! La siguiente fotografía que examinó Mike también era de Tom Vasili y suya. Sin embargo, se quedó de piedra al observarla detenidamente.

—¿Pero qué demonios es…? —farfulló entrecortadamente Mike, incapaz de creerse lo que veía con sus propios ojos. Desvió su mirada a Linda para pedirle una explicación, pero los duros y crueles ojos de su mujer seguían clavados en el grueso fajo de fotografías. Los dos amigos aparecían besándose con intensidad en los labios (más bien, magreándose) delante de la cámara. Mike pudo reparar en que llevaba los labios pintados burdamente de brillante rojo carmín, estaba sin camiseta y tenía los ojos entrecerrados. El resto de la pandilla aparecía también en otra fotografía. Sarah Rosenberg se estaba desnudando y quedándose en sujetador y Jimmy Evans tenía la cabeza enterrada entre los muslos de Emily Van Horne.

La siguiente instantánea que voló sobre sus dedos no fue más alentadora que la anterior. Sarah Rosenberg y él, tendidos encima del sofá-cama con sus cuerpos entrelazados por piernas y brazos, follando con intensidad. Los pechos firmes y pequeños de ella estaban tiznados de rojo, por los besos y lametones de Mike en torno a sus pezones. Por si fuera poco, él llevaba el sujetador de ella ceñido depravadamente alrededor del torso.

En otra imagen aparecía Mike practicándole un cunnilingus a Emily Van Horne. Mientras que Tom, desnudo de cintura para abajo, le penetraba por el culo agarrándole firmemente de las caderas. Mike pasó a toda prisa las restantes fotografías… él quitándole el sujetador a Sarah, en medio de un ataque de falso pudor por parte de ella, para luego ponérselo en otra instantánea. Sarah pintándole los labios de Mike entre carcajadas. Tom y él fumándose un par de porros y pasándoselos a Emily y a Sarah.

Sarah desnuda, montada a caballito sobre Tom mientras tenía la polla de Mike en su boca. Jimmy besándole el pecho a Emily mientras Mike la masturbaba con sus dedos. Y por último una escena de Sarah, Tom y él juntos, desnudos encima de la cama, haciendo un sándwich con Mike en medio vestido todavía con la prenda de Sarah.

—Y bien, Honey. ¿Tienes una explicación para todo esto? —exclamó Linda en un tono de voz feroz.

Aquella sucesión de imágenes de sexo desenfrenado que Mike había visto ante sus ojos, fue demasiado traumática para él. Le estaba costando mucho asimilar todos los acontecimientos.

—¡Yo no sé nada de esto! —emitió todo lo honestamente que pudo al recuperarse del shock.

—¡Estás negándolo acaso! ¡Maldito cabrón mentiroso! —gritó estridentemente Linda, quitándole el fajo de fotografías de sus manos y agitándolo violentamente delante suyo—. ¿Estas fotos son de mentira?

—No digo eso —repuso en voz baja Mike, amilanado por la dureza de sus palabras—. Sólo te digo que no recuerdo nada de esto —explicó más sosegado.

¡¿Qué no lo recuerda?! ¡¿Cómo que no lo recuerda?! De todas las respuestas que había podido esperar de su marido, ya fueran excusas, humildes declaraciones o burdas mentiras, jamás habría imaginado aquella.

—¡La madre que te ha parido, Mike! ¡Eres un jodido mamón! ¡¿Cómo has podido estar ocultándome esto todos estos años?! ¡¿Cómo?! ¿Eh? Nunca… pero que nunca me has hablado de ellos. ¡¿Y encima estuviste haciéndoos fotografías mientras os montabais una orgía?! ¿Os lo jugabais a suertes para ver quién se lo hacía con quién? ¿Te dejaste que te la mamaran a gusto, verdad? Y encima tú hacías… hacías esas… cosas vestido como un pervertido. ¡Cerdo asqueroso! ¿Acaso te ponía cachondo usar un sujetador? —su furia amedrentó a Mike un poco, más que nada por el sentimiento de creciente vergüenza que le estaba hundiendo paulatinamente en el respaldo del sillón de cuero—. Y tú con… ¡Tú follando con esos chicos! No puedo creerme que la persona con la que me casé sea la misma que sale en esas fotografías.

—Sucedió mucho antes de que nos conociéramos, Linda —murmuró Mike, pero no sabía cómo calmar a la fiera indomable que se agitaba en ella—. Nunca te hablé de ellos, porque no estoy muy orgulloso de aquello. No quería que conocieras esa faceta mía. En el instituto hice muchas barbaridades, como casi todo el mundo. Estaríamos drogados o borrachos en estas fotos, porque no tengo ningún recuerdo de ello.

—¿Esa es tu mejor defensa? ¿No lo recuerdas? —le fulminó con la mirada Linda, retándole a que le respondiera. Meneaba la cabeza con velocidad y tenía los labios fruncidos—. ¿Es decir, que para ti fue como si nunca hubiera sucedido? ¡Oh, bien! ¡Estupendo! Entonces está toooodoo solucionado… ¡Oh, sí! ¡Eres un capullo hipócrita de mierda!

—¿De donde han salido estas fotografías? ¿Quién te las ha dado? —preguntó Mike haciendo oídos sordos a sus escabrosos insultos, quería encontrarle un sentido a todo aquel desbarajuste.

—¡Qué más da de dónde las haya sacado!

No voy a dejarle que se desvíe del tema. ¡Ni hablar!

—Linda, cariño… —intentó apaciguarla.

—¡Cierra tu sucia boca llena de mentiras! —Mike lo hizo tan de golpe, que casi se mordió la lengua.

—Lo siento —le suplicó aproximándose, con intención de abrazarla y calmarla. Aquello tuvo el efecto contrario al esperado, Linda le apartó rudamente de un empellón y abrió los ojos desmesuradamente.

—¡Ni se te ocurra tocarme! —bramó realmente enfurecida Linda. Su vena de ardiente sangre irlandesa materna salió a flote y de un rápido movimiento le tiró al firme suelo de madera. Su puño se quedó a pocos centímetros del rostro de Mike, pero se contuvo al ver que se quedaba indefenso como un pelele. Mike no iba a levantar la mano contra Linda, ni siquiera para escudarse de sus golpes. Él era merecedor de su ira por toda la vergüenza que le había hecho pasar.

—Ojalá pudiera hacerte daño de verdad —bramó Linda. Dejó de tener los puños en ristre y se incorporó—. Pero con esto no sería suficiente.

—Lo siento mucho. Haré lo que quieras —le prometió Mike mientras intentaba erguirse a medias en el suelo—. Lo que tú quieras, te lo juro.

—¡No puedes hacer nada que arregle esto! —dijo Linda y al ver que abría los labios de nuevo añadió—. ¡Te he dicho que estés en silencio! —Mike cerró con una cremallera de mentirijilla la boca y esperó que un poco de silencio pudiera serenar el cargado ambiente.

¡Debería de echarlo a patadas de casa! No sólo tenía el descaro de seguir mintiendo sino que encima se arrastraba con un gusano pidiendo clemencia. Durante un segundo pensó en subir las escaleras coger la maleta vacía y poner todas sus cosas dentro para que durmiera en un hotel. Pero… al pensar en la ropa del armario se le ocurrió otra idea mucho mejor.

—Has dicho que harías lo que sea, ¿verdad? —una idea descabellada empezó a cuajar en la mente de Linda—. ¿Cualquier cosa que te pida?

Mike asintió con cierta inseguridad.

Una parejita encantadora

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Joder, los tacones me matan hoy especialmente. Odio las calles empedradas, qué queréis, soy moderna. Y muy auténtica.
A ver, número 7, este es. Menos mal, diosito, creí que no llegaba entre aparcar y buscar el portal. Aunque curiosamente a pesar de todo estoy cachonda. Vaya.
Desde que hablé con el chico esta mañana me dio buen rollo y se me puso dura. Nunca lo han hecho con un travesti. A mi me gusta decir una travesti porque yo, a pesar del rabo que me gasto, soy una muñecaza total y lo mío me han costado el pedazo de tetas que veis. Mmmmm…eso sí, les saco un provecho que si lo sé me lo hago antes.

Me abren, subo, tercer piso, la puerta abierta, ¿hola?, ¿paso?, siiii!! Se oye desde el fondo. Joder, me meo toda. No hay nadie en el salón. ¿Puedo pasar al baño? Detrás de una puerta entreabierta una voz femenina me dice que sí, que entre, que tranquila.

Paso, buenaaaaas, ella está sentada en el váter con las bragas bajadas y me sonríe. Se levanta, se seca y me saluda estudiándome de arriba abajo. Qué guapa eres. Le vas a encantar. Todo sin dejar de sonreír.
Soy delgada, alta, castaña con el pelo largo y flequillo. Hoy llevo una diadema ancha verde. A juego con el vestido ceñido de escote en pico. Voy total con mis taconazos rojos, el mismo tono del sillón que he visto entrando en el salón. Muy Almodóvar todo. Me gusta. Estoy excitada, mucho.

Ella baja la tapa del váter, se sienta encima y me mira el paquete. Yo me subo el vestido y bajo el tanga, me la saco con la intención de orinar, claro. Pero ella no se aparta y se empieza a relamer. Coño, tengo una erección. ¿Te la puedo chupar un poquito? Es enorme, uffff, qué rica, anda, sólo un poquito…
Es sexy la nena, me gusta, las tías me ponen sólo cuando son muy guarras. Entonces sí. Con las cortadas se me corta el rollo. Y esta es muy pero que muy cachonda. Esto promete. Me pregunto dónde estará el novio.
Me acerco y me cuenta mientras me la coge que soy su regalo de cumpleaños y que me van a disfrutar los dos. Que les pone muchísimo unas tetas con rabo en el mismo cuerpo. Pues felicidades guapísima, todo para ti… y para tu chico también, vaya, vaya, me digo a mi misma…

Antes de metérsela en la boca la chupa bien chupada. Se toca. También lleva un vestidito, el suyo de tirantes amarillo. Nos veo en el espejo del baño y me pongo muy burra. Se oyen pasos por el pasillo.
Cariño… ¿dónde estáis? Se oye a un chico. Aquí, mi vida, ven al baño, y me vuelve a sonreir con mi polla en la boca y una cara de zorra que hace que me ría yo también. Él abre la puerta y nos mira con asombro, joder nena, eres lo peor, jajajjaja… instintivamente se toca. Va en pantalón de pijama, blanco con rayitas y enseguida se le nota el bulto. Tiene un buen pollón, parece. Y es guapo. Joder, qué escena. Me muero del gusto. La nena me la come como si le fuera la vida en ello y se sigue tocando. Ya se ha bajado las braguitas para hacerlo mejor. Mira, cariño, ¿a que es guapa? Le dice. Mucho, joder, contesta él mientras se saca el rabo y se lo menea duro como una piedra. Pero qué puta eres corazón, y la mira sonriendo y tragando saliva. Desencajado se acerca un poco.

¿Sabes que se está meando, cielo? Suelta ella. ¿Sí? Pues méanos, ¿lo harías?

He estado con alguna parejita pero nunca me han pedido esto, pienso. Estoy tan caliente que creo que haría lo que me pidieran. Claro que sí, ¿dónde? Ahí en la ducha. Es de plato y grande. Ella se levanta y se saca el vestido. Está muy rica, es menuda pero con cuerpazo. Tiene unas tetitas duras, dan ganas de chuparlas. Se mete a la ducha. Él está al lado mío tocándome el culo por debajo del vestido, jadeando y con cara de perro salido. Le cojo la polla tiesa y la muevo. Qué ganas teníamos de follar con alguien como tú, me dice. Y me toca las tetas por dentro del escote. Tengo los pezones como piedras.

La nena se ha sentado en el suelo de la ducha y nos dice que Ya, que venga, y se toquetea y se mete el dedito. Y saca la lengua y abre la boca. Me giro hacia ella y empiezo a mearle la cara, él me sujeta la polla a la vez que su mano me toca el culo y los huevos por debajo. Ella está caliente como una perra y la empapo. Se vuelve loca. Le meo la boca, las tetas, el coño. Su novio me dirige como puede porque parece que se va a correr de un momento a otro. Me para un poco la mano con la que le muevo el pollón. Qué rico tiene que estar, mmmm, pienso que me lo voy a comer ahora con su novia, las dos a la vez, luego quizás me folle, espero que sí. Están muy buenos los dos. Qué suerte he tenido. Y que encima me paguen por esto. Me encanta mi vida, la verdad. Me ha costado pero se me está arreglando todo a polvos, a polvazos…
Y qué cerda es ella. Acabo de mearla y se pone de rodillas a chupármela. Y él sigue tocando, ahora me empieza a meter el dedo por el culo y a sobarme las tetas. Joder, qué rico, qué vicio… En el espejo los tres coordinados y cachondísimos…

Cariño, lávate, te esperamos en el sillón, le dice él mientras me lleva de la mano fuera del baño. Ella le guiña un ojo y nos tira un beso. Esperadme que no tardo nada.

En el sillón rojo me siento y, como yo esperaba él se pone delante de mi con la polla dura tocando mi boca. Mientras se la como me baja el vestido por los hombros y saca definitivamente las tetas. Qué pollón tiene, y qué bien sabe. Me lo trago una y otra vez. Me agarra el pelo y me mueve. Ella sale del baño . Ufff, yo también quiero. Se sienta a mi lado y empezamos las dos a jugar con las lenguas. Yo por arriba, ella por abajo, y al revés. Mmmmm, qué bueno, cariño, estás disfrutando, ehhh, mira cómo la tienes, te va a reventar, qué rica, mi amor, ¿así te gusta?¿así las dos?

Él no puede ni hablar. Se retira porque está muy acelerado. Se apoya en la mesa enfrente y nos deja con la boca abierta. Quiero que le metas la lengua en el culito a la nena, me ordena. Ella se pone a cuatro patas encantada enseñándome todo el agujerito y yo le hago una comida de puta madre por la que ella me había hecho a mi en el lavabo. Le abro las piernas y le toco el coño y le chupo todo lo mojado que está. Se retuerce. Tengo la lengua enorme, como mi rabo, y cuando se la meto en el chochito empieza a chillar de gusto.
Fóllatela, dice él, levantándose y poniéndose detrás de mi. Le meto el rabazo por detrás y él hace lo mismo conmigo. Por favor, qué gustazo. Estoy en medio de los dos, con el vestido en la cintura y a punto de correrme como una loba en celo. Los tres gemimos y nos movemos a la vez. Cuando ya no puede más saca el rabo de mi culo y se pone delante de ella. Cómetela toda, pero qué cerda eres, cariño, te quiero. Y le da con la pollita en la cara.
Ven, guapa, ponte aquí delante, me mira invitándome a salirme de la nena.

Vamos a llenarle la carita de leche, le encanta. Anoche follamos pensando en esto, ¿sabes? Y empieza a tocarse rápido, yo también. Nos corremos a la vez en la boca de aquella zorra deliciosa. Nos chupa hasta no poder más. Con las dos pollas en las manos, incansable, respirando fuerte.
Él la sube, Qué buena eres, nena, túmbate y ábrete de piernas, enséñale el coño a papá…
Yo me siento en una silla y me quedo mirando. Embobada. Cómo me pone que nos mires, no te muevas, dice ella como puede. Y él se entierra en el charcazo de vulva que tiene delante hasta que la nenita se corre en su cara y él se restriega mientras se empalma otra vez… Ella suspira, recuperándose poco a poco, Adoro ser tu zorra, le susurra a la vez que lo besa largo y profundo. Me miran y un gracias les sale a los dos al mismo tiempo. Nos reímos los tres. Yo no sé cual de los dos me gusta más. Esa noche me hago una paja pensando en ellos… y los días siguientes también… y esperando que me vuelvan a llamar estoy…

Carol Truco

Más relatos cachondos en mi blog personal: http://relatostruco.blogspot.mx/

Mi Tío, Mi transformador

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Esta historia es 100% real. Bueno, 100%… real. O no. ¿Qué más da?

Para poner un poco en antecedentes, he de contar mi historia previa a estos sucesos que terminaron marcando mi vida posterior. Tengo 17 años, me llamo José y estudio en una ciudad cercana a la mía, donde no tengo ni amigos ni conocidos. Tan sólo mi “Tío” Ángel. Y lo entrecomillo porque no hay parentesco. Es un viejo amigo de mis padres, que toda su vida ha estado ahí. Muchos de vosotros tendréis a alguien así en vuestra vida y vuestra infancia. Pero imagino que a la mayoría no les hizo lo mismo que a mí.

Desde muy pequeño, he tenido la necesidad de usar prendas femeninas a escondidas. A muchas les sonará. Mis padres me pillaron unas cuantas veces y siempre el mismo drama. Que si el niño es maricón, que si esto no es normal… En fin, lo de siempre.

El caso es que llegado el momento de irme a estudiar fuera, mis padres no estaban del todo felices con la idea de dejarme sin supervisión, y como el tío Ángel vivía en esa ciudad, le pidieron que “me echara un ojo encima” de cuando en cuando.

Así mis visitas a su casa para almorzar o cenar fueron frecuentes. Me gustaba el tío Ángel. No, no en ese sentido, yo no soy homosexual. Era un hombre maduro, de 46 años, soltero empedernido, inteligente, divertido, bien formado… Un partidazo para cualquier chica.

Fue en una de esas visitas que me comentó, un poco avergonzado, que quería pedirme un favor. Le había comprado, según me dijo, un vestido carísimo a su nueva novia, para estrenarlo en la boda a la que iban a asistir. Y eso era cierto, En esa época en el entorno de mis padres hubo una boda bastante sonada. Por lo que no vi nada extraño en su comentario. Sí lo vi en el favor, que ya que los dos teníamos más o menos la misma talla, su chica y yo, que me lo probase por si había que descambiarlo. Si todo hubiese quedado así, no hubiese pasado nada, el problema es que me lo preguntó con el vestido en la mano. El traje largo, dorado, de raso más bonito que había visto en mi vida. Era un espectáculo de satén, oro y plumas. Nada más verlo me quedé muerto, creo que me ruboricé y todo. Era precioso, perfecto, ideal… Me enamoré de ése vestido al primer vistazo. No sé si se dio cuenta ahí, o ya lo sabía de antes por mis padres o, no sé. El caso es que me costó la misma vida parecer creíble mientras me negaba. El tacto por dios, que suavidad, que lujo.

Tuve que ceder, no pude evitarlo. Pero intenté parecer fastidiado y herido en mi hombría mientras le hacía prometer que me las pagaría. Una vez el vestido puesto, que me quedaba como un guante, apareció con los tacones. Unos preciosos zapatos de 13 cm de tacón, a juego con el vestido. Un poco de plataforma, charol dorado y adornos en pluma. Y claro, ya con el vestido negarse era una tontería. De mi número, exacto. Parecían, fíjate que coincidencia, comprados para mí.

Mi problema fue, que por muy bien que representase el papel de machote haciendo un favor, no caí en esconder lo bien que me desenvolvía con unos tacones. Ahí fue cuando definitivamente me cazó.

Y su pregunta, al cabo de un instante, fue demoledora. ¿Tú… Tú sueles vestirte a menudo de mujer? Me soltó de golpe y sin anestesia.

Muerto me quedé, rojo perdido, balbuceando y nervioso a más no poder. Antes de acertar a decir lada en los diez segundos más largos de la historia, él sonrío y me dijo que no pasaba nada, que estaba bien, que conmigo estaba a salvo mi secreto. Me cogió del brazo y me llevó al sofá para tranquilizarme y me ofreció una copa. Yo estaba muerto de vergüenza allí. Paralizado y rojo como un tomate. Sin decir ni pío. Él me ponía la copa, otra para él. Seguro y confiado, como si realmente no fuese para tanto. Acepté su bebida y dejándome llevar por su tranquilidad y aplomo le comencé a hablar de mi situación. El atendía cortésmente y después de volver a tranquilizarme, me preguntó si, ya que estaba y teníamos tiempo, era viernes y no había planes para ninguno, quería vestirme allí. Dejarle ver a mi otra mitad. Apelando a nuestra confianza y cariño mutuo, me sugirió que confiase en él mejor que en su mejor amigo. No sé si sería la copa, la situación, o el vestido que no paraba de mirar y acariciar encima de mi piel que acabé por ceder a su idea. Me iba a vestir de mujer, con ese precioso vestido para una persona que conocía toda mi vida. En cierto modo, era tranquilizador y desahogaba la idea.

Dúchate y aféitate todo. Cara y cuerpo. En el baño encontrarás cosas de mi chica que podrás usar. Talcos, desodorante y demás.

En la ducha las dudas volvían y los miedos. Todas las consecuencias de semejante idea. Pero el vestido… oh! El vestido. Y ya, el secreto estaba fuera, él lo sabía, no tenía nada que perder.

Duchado y depilado salí al dormitorio donde estaba de nuevo el vestido sobre la cama y, oh sorpresa, un conjunto de lencería de raso blanco y rosa. Sostén, braguitas, liguero y medias blancas. Y un corsé ceñidor de raso blanco. Al preguntar que qué era todo eso, su respuesta fue, si vas a hacer algo, hazlo bien princesa. Eso me ofendió. Vale que tenía un problema de travestismo ocasional concreto, pero era un chico, y no un marica. Pero el vestido…

Decidí que no podía dejar pasar ese conjunto y claro que me lo puse. Era distinto estar depilado, todo tan suave, mucho más intenso al tacto, más liviano ligero y femenino. Antes de ponerme el vestido, me pidió volver al baño, donde me abrió un cajón del mueble con la colección de productos de maquillaje más completa que había visto nunca. Tres veces más que mi madre, mi hermana y mi tía juntas. Totalmente asombrado le pregunte por ello, pero según él, todo eran cosas de su chica. Siempre se me dio bien maquillarme. Y la práctica que tenía hizo el resto. Todos esos vídeos de youtube y bueno, mi talento, me han hecho ser muy convincente a la hora de maquillarme. Y claro, nunca había tenido tanto producto ni tan bueno a mi alcance. Me esmeré a tope. Base, polvos, colorete brillante, eyeliner supermarcado, sombras en tres tonos rematadas en el interior del ojo y el punto de luz con un dorado muy muy brillante. Me gusta la purpurina, ¿qué pasa? Dos lunares falsos en el pómulo y labios perfilados, dejando para el final el último toque, el pintalabios que siempre aplico después de estar vestida.

Estaba tan metido en la situación, que cuando llegó con una preciosa peluca rubia de media melena ondulada, y un set de uñas postizas doradas metalizadas, ni me paré a pensar el ello. Me ayudó a ponérmelas, sin pensar sobretodo en cómo cojones me iba a quitar luego esas uñas, que decía en la caja que eran para dos semanas. La peluca me la colocó y me ayudó a peinarla. Sus manos, tanto con las uñas como con la peluca entraron en contacto con mi piel, en manos, hombros y espalda. Ligeramente, nada intenso, nada obsceno. Y… Caricia? O roce casual? Si bien me incomodó un poco, yo quería mi droga. Y él me la estaba dando. El vestido, que distinto sentirlo así. Depilado, maquillado, pelo largo. Los collares y los pendientes a juego con los anillos fueron el remate. Me acercó un bolso-clutch también a juego con el traje y el chal que lo completaba, y un tocado de plumas que sujetó a la peluca. Me puso todo el conjunto que su chica debía llevar a la boda. Y tres golpes de perfume Obsession para rematar. Me acompaño al salón y volvió a preparar un par de copas.

Hablamos de si ya estaba más tranquilo. Cómo me sentía y demás. Era una situación mágica. Un amigo con el que poder ser esa otra parte de mi mismo sin juzgarme ni ofenderme. Simplemente dos colegas. Ya más tranquilo, más relajado fui comportándome más femenino. Cosa que él sugirió que potenciase, que estaba segura allí con él. Que delicia poder andar a taconazos sin miedo a los vecinos cuando me dirigí al espejo del salón a pintarme los labios de un color cobre oscuro, muy brillante. Así me comentó, que si quería, podía ir a su casa a vestirme siempre que quisiera. Que no había problema. ¿Y su chica?… ¿Y el vestido, no es divino?…

Me dijo que lo entendía y lo comprendía, que tenía varios amigos homosexuales que también tenían esa necesidad. Curiosamente, yo estaba usando un traje de raso dorado y pintándome los labios color cobre mientras respondía “pero qué dices, que yo no soy maricón”… Y eso si sonó despectivo, a la par de irónico. El se puso más serio, y a la par notaba media sonrisa malévola en su rostro. De vuelta al sofá, con mi copa en la mano me preguntó si tenía algo en contra de los maricones. Yo le dije que no claro, que era muy tolerante. Que cada uno podía hacer con su culo lo que quisiera. Mamar pollas es gratis, que se hinchen… No sonó tan gracioso como pensaba.

Entonces comenzó a mezclar una trampa con amabilidad y reproche. Se encendió un cigarrillo y me preguntó si quería otro. Si bien lo he probado con amigos y demás no me consideraba fumador. Pero acepté al insistir en su oferta. En tu bolso encontrarás los tuyos. Yo procedí a abrir mi bolso y saqué un paquete de cigarrillos que no conocía. Virginia Slims. Largos, muy largos, de color blanco y fuerte olor mentolado. Con ese vestido son los que te pegan, me dijo. Eran suaves y sabrosos, muy mentolados. Volvió a su interrogatorio, ofendido por mis comentarios. ¿Y que pasa si algún conocido tuyo es maricón? ¿Le vas a dar de lado? No claro que no, porque dices eso? Coge el mando a distancia y dale al play. Puse el televisor donde aparecieron dos cachas de gimnasio besándose, y dando de mamar a un jovencito muy delgado. Yo me quedé de piedra. ¿Y que pasa si yo soy maricón, como tu dices? Blanco. De piedra. Muerto de vergüenza con mis labios color cobre abiertos de par en par y mi cigarrillo súper larguísimo en la mano totalmente amanerada.

¿Sabes que te digo? Qué sí, que lo soy. Y pensaba que tú me entenderías. Y me apoyarías. Yo no sabía que decir. Madre mía. Que situación. Lo siguiente fue lo que me dejó de piedra.

¿Y sabes qué más? Tú también lo eres. Y si no lo eres, te voy a hacer yo.

Ahí la situación se puso tensa, Ofendidos los dos, nerviosos, me levanté asustado para irme cuando me soltó de golpe y porrazo si pensaba salir a la calle con esa pinta de maricona. No, con mi ropa. Tu ropa no sabes donde está. Y no vas a volver al baño. Te vas a sentar aquí y me vas a escuchar. Estamos perdiendo la cabeza cariño, terminó. Con la peli porno supergay puesta, con su copa en la mano me señaló un escondite de la estantería donde había una webcam wifi grabándolo todo. Lo editaré para que parezca que te colaste en mi casa a vestirte de mujer. Mis padres, mis amigos, toda mi escuela lo sabrían.

Completamente en shock, bloqueado sin saber que decir o hacer, muerto de miedo y a punto de romper a llorar vinieron los ruegos y las súplicas. Todos los por favor del mundo no tuvieron efecto, hasta el “haré todo lo que me pidas”…

Haré todo lo que me pidas no fue mi mejor frase, allí de pie en traje de gala, subido en mis tacones de vértigo frente al hombre que me vistió de mujer y ahora me amenazaba con exponerme. Me tomo de los hombros y me volvió al espejo, para hablarme suavemente y decirme lo bonita que estaba. Eso es verdad. Estaba maravillosa. Era una bomba dorada de plumas, brillantina y maquillaje. Parecía más una showgirl que una chica en una boda. Mi imagen me enamoraba y me bloqueaba. Sus manos acariciaban mis hombros y mi culo. Rechazo. Apartarle con la mano y volver al sofá a encender otro cigarrillo largo y beber de mi copa. Intenté razonar con él, explicarle que no era gay, que lo admiraba igual y lo respetaba mucho más, que su secreto conmigo estaba a salvo también y lo dejásemos ahí. Que nunca más me vestiría con él para no confundirle y listo. Y mi mejor sonrisa y golpe de pestañas…

¿Me dejarás hacer todo lo que quiera? Recuerda el vídeo que he grabado. Tú solo harás lo que quieras hacer, no te forzaré a hacer nada de lo que no quieras. Pero tú me dejarás hacer todo lo que quiera. Ese fue su acuerdo. Su oferta para no delatarme y exponerme. Y ya no podía negarme. Asentí pensando en las consecuencias de mi negativa y acobardado y muerto de miedo accedí a su trato. El intentaría volverme marica y yo no me resistiría.

Él se sentó a mi lado y me puso la mano en un muslo, y la otra en la espalda. Mi secreto va a ser tu secreto a partir de hoy. Hoy te voy a hacer maricona, como yo. Acariciando mi muslo y rodilla, con el tono más suave del mundo y cierto retintín de reproche y castigo al decir “maricona” lo más cercano a un tío que nunca tuve me decía que me iba a volver homosexual.

Más sollozos. No llores reina que se te va a correr el rimel. El era gay, pero no amanerado, no tenía pluma. La estaba forzando para humillarme y reírse de mí por mis comentarios.

Pero era tranquilizador al mismo tiempo. Me puso otra copa, bebí fuerte, su mano en mi muslo y mi espalda. Mira la peli y relájate. Pero no puede ser, que no lo soy, por favor. Shhhh! Mira la peli.

Con mi copa en la mano, el vestido más hermoso del mundo y pintada como una stripper de las vegas, fumaba mi cigarrillo largo y veía en la pantalla de 51 pulgadas un hombretón y un travesti chupándole la polla dulcemente. Su mano fue de mi muslo a mi pecho, y la de su espalda se tornó firme para apresarme cuando intenté escapar de nuevo. Sentado en el sofá, mi pecho plano envuelto en plumas y raso estaba siendo acariciado por otro hombre. Bebí otro sorbo, fumé otra calada y mi pezón derecho sufrió un pellizco. No dolió. Gemí, mierda. Gemí. Me había dado placer.

En la tele el travesti chupaba loca de placer la polla del hombre. Mi pezón y pecho estaban siendo torturados por placer y caricias. Fumé otra calada, y pedí por favor que me dejase.

Shhhh! Relájate, mira como disfrutan esos “maricones”. Cerré los ojos, ofendido, abrumado. Mi pezón acariciado, Mi espalda acariciada. Se puso enfrente de mí, le vi enorme, fuerte y masculino. Mis manos estaban decoradas con anillos y uñas metalizadas. Se desnudó quedando en boxers con un paquete enorme junto a mi cara. Se sentó otra vez y se pegó más a mí.

Mira como disfrutan. Ahora el hombre la estaba penetrando. Cuando la polla en el televisor rompió la entrada del travesti mi entrepierna fue agarrada fuertemente, soltando un gritito ahogado y femenino. Relajó su mano y comenzó a masajear mi entrepierna. Me estaba excitando y entré en erección. Te gusta, lo noto. Déjate, asúmelo.

Mi no, por favor salió medio ahogado por un asomo de gemido. Toma, píntate los labios otra vez, que quiero verlo. Sin saber porqué, lo hice. Pintarme los labios junto a un hombre medio desnudo que sobaba mi entrepierna y mi espalda. Y me gustaba. Era placer lo que sentía.

Placer e impotencia. Se puso de pie y me puso a mí. Yo podía negarme según el trato, pero no podía realmente. Me abrazó y me acarició del muslo al culo y la espalda. Besó mi cuello y yo sollozaba y gemía. Confundido totalmente. Él tenía razón. Me estaba volviendo homosexual. Mis manos estaban fijas en mis costados. Me negaba. No, ni hablar. Abusará de mí pero no seré lo que él quiere… simplemente, le dejaré usarme aunque me encante… Ya no sabía ni que pensaba.

Después de acariciar mi cuerpo por completo, de restregar su cuerpo contra el mío y dejarme sentir su enorme polla aprisionada en sus calzones contra mi vestido y mis braguitas, se bajó los calzones y liberó su enorme pollón delante de mí. Lo que vi fugazmente era enorme, y cerré los ojos y miré a otro lado.

Su cara en mi oreja mordisqueaba mi lóbulo y me susurraba, mírala, no te niegues. Y sus manos levantaban mi vestido y bajaban mis braguitas de raso dejando salir mi polla en erección… si podía llamarse así.

Al mirar abajo y verlas juntas la mía era casi la mitad que la suya. Verlas así fue lo más humillante de toda la noche, el momento definitorio, cuando los sollozos pasaron a lágrimas. No muchas, solo un par. Agarrar mi polla y unirla a la suya en un masaje completamente homosexual fue el mayor placer recibido hasta la fecha.

Por supuesto, para rematar la faena, aún era virgen. Las lágrimas pasaron a gemidos, gemidos intensos, Temblor, placer, mis manos agarraron sus hombros y se abrazaron. No… alcancé a susurrar, sin saber si llegó a ser ni tan siquiera audible. ¿Te gusta verdad mariconcita? Gemidos ¿Te encanta mi polla verdad maricón? Gemidos intensos ¿Dime que te gusta vamos, dime que ya te he vuelto maricón? Gemidos. No lo voy a decir. Gemidos. Placer.

Corrida.

Fuertemente abrazado a él mi polla empezó a disparar chorros de semen como nunca. El placer más intenso me recorría mientras gemía a gritos de placer. Mi semen usado de lubricante hacía la doble masturbación más fluida y suave, más intensa. Gemidos, Placer… Vergüenza.

Como siempre después de pajearme vestido de mujer mi lado masculino volvió con fuerza, avergonzándome y arrepintiéndome y jurando y perjurando que no lo volvería a hacer. En esta ocasión, también fue así. Él sabía que ocurría y me sujetaba fuerte mientras sollozaba e intentaba escapar.

Estate quieto que tenemos que afianzar tu homosexualidad reina. Humillado y violentado intenté zafarme para ser puesto fácilmente de cara al espejo. La misma imagen de diosa femenina envuelta en raso, plumas y maquillaje me fue devuelta. Mi pelo rubio adornado con plumas y mi perfecto maquillaje apenas corrido por dos lagrimitas. Salvo mi pollita aún goteando semen en mi entrepierna y un hombretón desnudo agarrándome por detrás.

No te niegues, no te resistas, hay que asegurarse de que lo eres. Ya ni siquiera lo decía, pero yo lo pensaba. Maricón, marica, loca, homosexual… todo eso resonaba en mi cabeza… pero no sonaba mal.

Sus manos húmedas de mi semen se introdujeron en mis braguitas, por mi culo, y un dedo lubricado rompió la entrada de golpe y hasta el fondo. Grité y salté, intenté escapar pero era su prisionero.

No, No , No, No… Shhhh! Asúmelo. Su dedo se movía en mi culo. Placer. Placer, Gemidos. No, No, No…

Deja de moverte, verás como te gusta. Su dedo se movía adelante y atrás, en círculos. Me relajé. Placer, Gemidos. Silencio. Gemidos.

Y ahora te voy a follar como la puta maricona que eres zorra.

Obviamente dije que no, me revolví y resistí. Pero la bebida, la fuerte corrida y el estrés emocional me tenían débil e impotente. Eso resonaba en mi cabeza, impotente, maricón. Mientras mis ojos me veían a mi mismo en el espejo del salón, tumbado en el suelo, con las piernas abiertas y el vestido levantado y mi Tío Ángel hundiendo su polla en mi culo despacio y suavemente, casi sin esfuerzo. Mi cabeza resonaba con impotente, maricona, puta, zorra, maricon. Su polla entraba poco a poco en mí mientras mi boca susurraba No, No, No, No…

La expresión triste y de llanto, sin lágrimas ningunas, dieron paso poco a poco a expresión de relax, hasta que mi imagen devuelta del espejo me excitaba más y más. Y la polla que rompía mi culo y acariciaba las paredes de mi ano suavemente, cambiándome, volviéndome, enviaba oleadas de placer por todo mi cuerpo. Mis manitas tocaban el suelo buscando la mejor postura, la más placentera. Totalmente cubierta por un hombre con su polla enterrada en mi culo no podía negarlo más. Su ultima “maricona” fue devuelta con un Sí. Esto le animó y me agarró la cintura situándome a cuatro patas, cubriéndome como una yegua en celo y follando mi culo fuerte, a golpes cada vez más profundos, sus pelotas golpeaban mis cachetes y cada golpe era devuelto por un gemido chillón. Su mano volvió a mi polla y la empezó a masturbar fuertemente mientras me follaba hasta que no pude evitar correrme de nuevo en su mano, mucho más intensamente esta vez.

Detenidos tras las convulsiones orgásmicas, su polla dentro de mi culo era un invasor agradable y placentero, su mano ordeñaba mi pollita y mis ojos se cerraban de vergüenza y arrepentimiento.

Me dejó sentada en el suelo. Mirando hacia abajo con los ojos cerrados. Sollozando. No le vi ponerse de pie frente a mi ni quitarse el condón con el que me había follado. Solo sentí una cosa suave, húmeda y caliente rozar mis labios y mis maquilladísimas mejillas. Abrí los ojos y miré. Su polla rozando mis labios cremosos y mi cara. Le miré. Él asintió. Conviértete, Asúmelo. Vuélvete… Dijo. Marica, Putita. Nenaza. Maricona travesti sonaba en mi cabeza mientras tímidamente recogía sus huevos con mi manita y besaba la punta de su glande que dejé entrar en mi pintadísima boca para mamar mi primera polla por voluntad propia. Caliente, suave, sabrosa, dulce, agria… Mamando, estoy mamando una polla. Me gusta. Gemido. Mamada. Mírame, le miré con su polla en mi boca. Tócate. Disfrútalo zorrita. Mamada. Mamada. Placer. Gemido. Masturbación. Mamada. Placer. Masturbación.

Su polla pulsaba, crecía, se endurecía, él gemía. Yo mamaba. Me corrí por tercera vez con su polla en la boca, húmeda y caliente. Su polla dejó mi boca vacía mientras me corría y volvió a acariciar mis labios y mi cara cuando un chorro de semen caliente y viscoso comenzó a recorrer mi cara y labios. Su glande pegado a mi mejilla dejaba escapar líquido precioso y viscoso, caliente y sabroso que recorría mis mejillas, mis labios y entraba en mi boca.

Abrí los ojos y el mundo se detuvo. Le miré, me miré en el espejo y vi a otra persona. No era ya el chico que entró a mediodía. Era una reina. Reinona si queréis. Pero distinta. Y segura dentro de su Fanta de masculinidad.

No volví a hablar en toda la noche. Me recogió del suelo y desvistió. Me llevó a la ducha y me lavó. Me secó y me perfumó y me puso una bata de raso y unas mulés bajotas con plumas. Me llevó al sofá y me ofreció uno de mis cigarrillos. Me besó en los labios y se lo devolví dejándole besarme.

Las uñas, las uñas no se despegaron en una semana. Una semana de ropitas, maquillajes, tacones, placer, gemidos, su polla, la polla de su novio…

Ya os hacéis una idea.

Besos.

El regreso de Sonia

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Nota del Autor: Uno de mis lectores contactó conmigo y me pidió que escribiese un relato hablando sobre él. Este es el resultado. Espero que os guste.

David regresó al pueblo donde nació. Pocas cosas habían cambiado. En esencia seguía siendo lo mismo que hacía 19 años, cuando lo dejó. Bueno, el pueblo había crecido, pero sólo en superficie y en número de habitantes. Seguían siendo la misma gente cerrada y de un nivel cultural más bien bajo. Allí, a él no podían entenderlo.

Llevaba ya muchos años viviendo en una gran ciudad con todo lo que ello conlleva. Allí estaba a gusto, siendo quien quería ser, a salvo, en el anonimato que proporciona la gran urbe. Él había cambiado, el mundo no. Su pueblo, ese pequeño universo en el que creció, seguía igual. Sin expansión ninguna.

Caminando por sus calles sintió pena y alegría. Alegría por que haberse ido de allí. Fue la mejor decisión que tomó en su vida. Pena por que mucha gente no tuvo al valor para hacer lo que él hizo.

Reconocía balcones, casas y gentes. La panadería, el Ayuntamiento. Giró una esquina y entró en la que era su calle. Ascendió por ella recordando las travesuras que su hermano y él solían hacer. Se detuvo frente a la puerta de la casa que lo vio crecer. Se acordó de sus padres y una lágrima cruzó su mejilla. La dejó caer.

Abandonó la calle y se dirigió a la casa que un amigo le había dejado. La casa estaba vacía. Se alojaría allí casi toda la semana. Era un buen amigo. Los hombres con los que se cruzaba se quedaban mirando a David de arriba a abajo. Algunas mujeres se volvían intentando averiguar quien era. Sabían por qué lo miraban. No hizo caso y siguió caminando por la calle hasta que llegó a dicha casa.

Al entrar, fue directo a la habitación y dejó allí el equipaje. Se miró en el gran espejo que hacía las veces de puerta de armario y vio la mujer en la que se había convertido. Su esbelta figura. Su largo y negro pelo. Su pechos, pequeños y redondos sobresalían tímidamente por el precioso escote que llevaba. Nadie le había reconocido, mejor dicho nadie la había conocido. Y es que el cambio había sido radical. Pasando las manos por sus caderas con un movimiento muy femenino, se miró los “jeans” de pitillo ajustados que llevaba y se atusó el pelo para estar aún más guapa. La encantaba mirarse y admirar su delicada figura.

Deshizo la maleta y la colocó en el armario. Examinó la ropa que cuidadosamente había elegido para el viaje y comprobó que nada estuviera arrugado o descolocado.

Descansó un poco y salió a comprar algo para cenar antes de salir. Si, saldría e iría a uno de los pocos pubs donde se reunía la gente del pueblo. Había gente a la que quería ver.

Aún no era de noche cuando comenzó a arreglarse. Bajo la cortina de agua caliente que le proporcionaba la ducha se dio unos minutos de relax. El vapor llenaba el baño de una niebla embriagadora. El agua resbalaba por su femenino cuerpo. Sus pezones enrojecidos adornaban unos redondeados pechos. Su pene, relajado colgaba entre sus muslos depilados. Su pubis lucía sin bello alguno. Le encantaba su cuerpo.

Ya después de ducharse se acercó al armario donde sacó sus prendas favoritas. Con las que mejor se veía y más se identificaba.

Desde bien joven David por el mero hecho de ponerse unas botas de cuero, o cualquier prenda de cuero, se excitaba. Ahora, más adulto le pasaba lo mismo.

Se miró una vez más y girando su cuerpo de un lado a otro pasando sus manos por sus caderas y pechos, notó como el flujo sanguíneo se le bajaba a su entrepierna. Se veía de lo más guapa y sexy. No pensaba volver a casa sola.

Ya no quedaba ningún resquicio de lo que fue “David”. Se había convertido en otra persona. No sólo en apariencia, sino más fuerte mentalmente y adulta de lo que fue David nunca.

A James le encantó la cultura española desde el primer día que supo algo de ella. Es posiblemente lo que le llevó a estudiar filología hispánica, allá en su país de origen. Un país frío de esos del norte de Europa con una cultura distinta a la nuestra. Distintas costumbres y distintos compromisos.

Desde que viajó por primera vez a España fue a aterrizar a Andalucía, concrétamente a Málaga, donde se enamoró perdidamente de nuestro país. Esto trajo sus consecuencias. Estuvo estudiando aquí durante dos años. El primero sólo y el segundo acompañado de su novia. Una chica rubia de lo más guapa llamada Keira. Pasaron casi todo su primer año en España en Granada estudiando y trabajando. Después de eso, y con algo de dinero ahorrado se dispusieron, antes de regresar a su país natal, a viajar y recorrer gran parte de Andalucía. Así es como terminaron en aquel pueblo de la serranía de Jaén.

En esta parte del viaje los acompañaban unos amigos de Málaga. Se conocieron en un programa de colaboraciones con la Universidad de Málaga, donde James terminó su carrera.

James aprovechó que su novia y amigos salieron del bar para acercarse a una mujer que había en la barra. Era una mujer preciosa. De esas bellezas que no había en su país. Morena, con una larga y lisa melena, con el flequillo recto como se llevaba por todo el país en esa época y toda vestida de negro.

El cuero había sido una sabia elección. Una blusa negra abotonada lo justo para tapar el sujetador y dejar un insinuante escote a la vista. La falda de cuero negro, le llegaba hasta la mitad del muslo, de tal manera de que sentada como estaba en el taburete con las piernas cruzadas, tapaba lo justo y dejaba a la vista unas preciosas y largas piernas. Unos zapatos de tacón también negros terminaban de dar ese toque de elegancia que la distinguían de cualquier otra mujer del Pub. Le daban un toque salvaje.

Llevaba observándola como una media hora y había visto como a dos hombres que se le habían acercado los había rechazado. Bebía de un vaso con un líquido transparente con una rajita de limón. Creía haber visto al camarero servirle ginebra. Sentada de espaldas a la barra ella también observaba el bar con su mirada. Como si buscase a alguien.

James, decidido a hablar con ella se acercó a la barra y pidió un Gin & Tonic. Ella lo miró y el la sonrió, preguntándole si quería otro, puesto que el vaso estaba casi vacío. Ella giró la cabeza ligeramente y entornando un poco los ojos estudió al joven muchacho que le ofrecía la copa.

-Si, por que no- Dijo la morena.

-Espero no haber interrumpido nada- Dijo James con un ligero acento extranjero, señalando el taburete vacío justo al lado de la chica.

-No, de ninguna manera. He venido sola- Dijo la chica sonriendo.

-Me cuesta creer que una chica tan guapa como tu, venga sola- Dijo James sin vergüenza alguna.

-Pues vine sola de vacaciones y sola estoy disfrutando de mi copa- Contestó la chica con lo que pareció un tono un poco seco. Al menos James lo interpretó como tal, así que se relajó y utilizó otra técnica con ella.

Pasado un minuto en silencio, el camarero vino con el vaso y le sirvió. James al pagar le dijo al camarero que se cobrase la siguiente ronda de la chica morena. Dejó el dinero en la barra y despidiéndose de la morena, “Un placer…” se marchó.

Justo cuando se daba la vuelta, la chica le habló.

-Tu no estás solo- Dijo en tono afirmativo. Esa chica se había fijado en él y lo habría visto con su novia, hacía unos minutos. Seguro.

-No, ya lo sabes- Dijo James dándose la vuelta y mirando a la chica morena con media sonrisa en la cara. -Creo que los dos hemos observado al otro sin darnos cuenta- Dijo James, admitiendo que había estado fijándose en ella.

-Me llamo Sonia- Dijo ella.

-Mi nombre es James- Dijo James acercándose a ella y dándole dos besos, los cuales Sonia, recibió con agrado, pues le había gustado aquel chico.

-Perdona que haya sido un poco seca, pero ya me he tenido que quitar a dos idiotas de encima. Hay gente muy… machista por aquí- Dijo Sonia mirando a un rincón, donde estaba uno de los hombres que la había entrado esa misma noche. Un tipo la mar de desagradable al menos en apariencia.

-Si es verdad, hay gente con muy “malo” educación- De vez en cuando se le escapaban a James algunos errores que delataban que no era español.

-Y dime ¿ya no está tu novia por aquí?- Preguntó Sonia con cierto interés, mirando a los alrededores.

-No, se ha ido con los demás al otro garito, el de la entrada del pueblo- Contestó James sentándose junto a Sonia, que seguía con las piernas cruzadas y con el codo apoyado en la barra. Con una mano sostenía la copa, con la otra jugaba con un mechón de su negra melena.

-Vaya, ¿Y te deja sólo en este bar mientras ella se va al otro?- Dijo Sonia extrañada. -Es que…¿Habéis discutido?- preguntó, dándose cuenta de que estaba realmente intrigada.

-Bueno, es que tenemos una relación peculiar. Abierta, digamos- Dijo James medio sonriendo.

-Vaya, osea que te deja aquí ligando, mientras ella se va a ligar al otro bar…- Sonia se asombró un poco. -Vaya si que sois liberales. Desde luego no sois españoles- Dijo con cierto tono de ironía. -No sé cuanto tiempo llevas en España, pero he de decirte que la gente de este país es muy cerrada!!- Dijo con cierto tono de resentimiento.

James no paraba de mirarla de arriba a abajo. Disimuladamente, por supuesto, pero llevaban unos minutos hablando y tenía más que estudiado su escote.

Sonia, por su parte estaba disfrutando hablando con aquel chico que además de educado, era guapo. Rubio y de complexión fuerte, tenía temas interesantes de conversación. No estaba dispuesta a dormir sola esa noche y acababa de encontrar a un buen candidato.

-¿Te apetece que salgamos fuera?, tengo ganas de fumar- Dijo ella dando un último sorbo a la copa y dejando el húmedo vaso sobre la barra.

-Si, por supuesto. Sin ningún problema- James se levantó y le preguntó al camarero su podía sacar el vaso fuera. Este asintió con gesto amable.

James, con un leve gesto de la mano cedió el paso a Sonia, a quien le encantó la cortesía, quizás por no estar acostumbrada a ello.

Ya fuera, se apartaron un poco de la puerta y se fueron a una esquina más oscura. Más íntima.

James admitió que no fumaba, así que Sonia, sensualmente se encendió un cigarro para ella. El humo inundó su conversación, la cual se estaba calentando por momentos. Sonia, curiosa y ávida de conocimientos le preguntó por el tipo de relación que llevaba con su novia y de si esta era común en su país, el cual resultó ser Finlandia.

-Lo es. Las parejas jóvenes suelen tener amantes, los cuales, sólo representan sexo para uno de los miembros de la pareja. El otro sabe que existe, pero no se conocerán nunca- Explicaba James. Mientras observaba como Sonia chupaba el humo del cigarro y con soltura lo echaba hacia arriba. Con el cigarro en alto y los brazos a medio cruzar. Muy femenina.

-¿Osea que pretendes que yo sea tu amante por esta noche con el consentimiento de tu novia?- Dijo Sonia directamente sin tapujos imaginando la respuesta. -¿Esperas que en un país como este alguien te diga que si a una proposición tan clara?- Preguntó dando otra calada al cigarro.

-Pues, de todas las mujeres que he visto hoy en el pueblo, desde luego creo que eres la única que podría decirme que si a algo así- Sonia se tomó eso como un piropo conociendo a la gente de su país, y más a la gente de su pueblo.

-Eres muy amable- Dijo al chico rubio el cual cada vez le parecía más atractivo. Alargando la mano, Sonia le quitó con delicadeza el vaso a James y bebió un trago. James impertérrito dejó que lo hiciese y al entregarle el vaso de nuevo, se acercó a él y lo besó sensualmente. Corto, pero húmedo y sensual. El la correspondió.

-¿Entramos de nuevo?- Dijo Sonia, dándole una última calada al cigarro y arrojándolo con dos dedos al asfalto -Creo que quiero esa copa que me ofreciste antes- y entraron de la mano.

Keira llevaba un rato en ese bar con sus amigos de Málaga. Era un poco más feo que el anterior, pero era más barato. Se iba a tomar la tercera copa de la noche cuando recibió un mensaje de James. “Ya casi está. La morena de la barra. Es muy sensual, creo que nos gustará”. Contenta por haber recibido ese mensaje se pidió esa tercera copa.

-Un White Label, por favor…sí, con Cola- Gritó a la camarera. Sintió unas manos rodeandole la cintura por detrás. Sabía quien era. Jose Luis, el que fue su amante en el último año de carrera de James.

-Hola, ¿te has pedido otra?- le preguntó.

-Hola Joselu- Le saludó Keira que era como le llamaban todos los del grupo. -Si me he pedido otro whisky- Dijo ella. Más bajita que él, tenía que mirar un poco hacia arriba para verle la cara. -Por favor, sabes que no quiero que me abraces en público. Esto no es Finlandia- Protestó ella.

-Perdona, pero es que no está James y pensaba que…bueno, ya sabes- Dijo el chico claramente deseoso de Keira.

-Mira lo nuestro se terminó. Fue una aventura y sabías que no pasaría de ahí- Respondió ella. -No digo que no me gustes, pero estoy con James, no contigo-

-¿Te parece si lo hablamos fuera?- preguntó él.

-No, lo hablamos aquí. Nadie de “nuestra” grupo nos oye- Keira no quería salir, porque sabía que Jose Luis se le echaría encima, cosa que, por una parte deseaba, ya bien por el alcohol, o por que disfrutaba mucho con él en el sexo, pero tenía que poner fin a aquello. Se le estaba yendo de las manos. Aunque por otro lado, pronto estaría de vuelta en Kurku, su ciudad natal, lejos de Jose Luis y sus obsesiones.

-Es que me siento ignorado, Keira- Dijo él frustrado por no poder llevarla a su terreno.

-Es la mejor manera de hacer las cosas para separarnos- Dijo ella chupando sensualmente la pajita y dejando que el whisky invadiese su boca.

-Pero yo no quería separarme de ti- Dijo Jose Luis con algo de desesperación en la voz.

-Te dije que era una simple aventura. Que mi relación funciona así, pero tu decidiste, no sé porqué, ir contando a la gente que éramos pareja- Argumentó inteligéntemente ella.

-Si, bueno, hice mal, pero me gustabas mucho. Y me gustas- Se sinceró él. A ella le seguía gustando, pero en su día le tuvo que dar un escarmiento. No podía tratarla como lo hizo.

-Pues te equivocaste- dijo ella soltando la pajita de su vaso. -¿Donde está el baño?- le gritó a la camarera para que la oyese por encima de la música.

-¡Al fondo, cruzando la otra sala por aquella puerta!- Le contestó la camarera con aproximadamente 7 kilos de maquillaje, observó Keira.

Cuando llegó a la puerta, antes de salir, miró hacia atrás y vio como Jose Luis la había seguido con la mirada. Ella le sonrió, sabiéndose observada y salió.

Jose Luis no había dejado de mirar aquel culo tan sólo cubierto con una fina mini-falda de algodón blanca. Vio como lo miró antes de salir y como le sonrió.¿Quería jugar la zorra? pues jugarían. Se bebió de un último trago la copa y dejando el vaso en la barra salió tras ella.

Keira salió a una sala sobre decorada con motivos cubanos. Horrible. Menudo mal gusto. Tenía pinta de sala de baile hortera. Probablemente lo era. Al fondo vio tres puertas. En una de ellas había un mujer cubana dibujada. Asomo la cabeza y resultó ser el baño. Entró e hizo pis.

Jose Luis salió a la sala de baile, donde no dejaba de mirar todos los cuadros y plantas de plástico. Había lámparas y cosas cubanas de todo tipo. ¡Que sala tan..cubana! Le gustó. Vio las tres puertas al fondo. Se acercó y vio los baños individuales y una puerta que decía privado. Esta última comprobó que estaba cerrada. Intentó abrir la de las mujeres y una la voz femenina, sensual y claramente extranjera de Keira sonó desde dentro, “Ocupada!”.

Keira estaba frente al espejo, retocando el maquillaje un poco y haciendo de nuevo su rubia coleta. “Jose Luis era majo, pero era impulsivo y quería cortar de una vez con él…” se encontró pensando frente a su reflejo. “…aunque podría disfrutar una última vez” No sabía que hacer. “…sería injusto para él, puesto que ella si tenía las cosas más claras…”. Mientras sus pensamientos le invadían la cabeza, abrió la puerta y se asustó al ver a una figura delante de ella. La reconoció. Era Jose Luis. Este tiró de ella y la metió en la puerta contigua que era el baño de hombre. Cerró de un portazo por dentro.

Para cuando Keira se dio cuenta de los que había pasado, levantó la cabeza para protestar mirando a la cara a Jose Luis y este le cerró la boca de un beso. Ella no supo que hacer en ese momento. Estaba caliente, pero no eran maneras. Aunque por otro lado era lo que le gustaba de Jose Luis. Impulsividad.

Mientras esos pensamientos pasaban por su cabeza y casi sin darse cuenta, estaba correspondiendo el beso de Jose Luis. Su lengua ya exploraba su boca sin dejar ningún rincón por conquistar. Ella agarraba su cuello para pegarse más a él, mientras que el ya la tenía cogida del culo. Ambos estaban calientes.

El baño era alargado con el lavabo en un lado y al final la taza del water. Ella lo arrastró hacia allí y lo sentó, de esa manera estaban más a la altura el uno del otro. De pie frente a él como estaba, tiró hacia abajo de su camiseta de rayas blancas y azules de escote “palabra de honor” dejando su generosos pechos desnudos. Él sabía lo que a ella le gustaba y sin pensarlo se lanzó a chuparlos, a pellizcarlos, a morderlos y aspirarlos.

-Si cielo, sabes lo que me gusta…chúpame, chúpame…- Keira echó la cabeza hacia atrás dejándose llevar por el placer. Tenía los pechos y los pezones muy sensibles. Tanto que le proporcionaban placer orgásmico. Dejó que Jose Luis se ensañase con sus pezones. Eso la excitaba sobremanera. Estaba ya empapada. Sus braguitas eran ya un charco de flujo. La había calentado en pocos minutos.

-Eres un cabrón. Te aprovechas de que sabes lo que me gusta- Decía ella entre gemidos. -Ahh si sigues voy a correrme…- A Keira se le fu una mano a su entre pierna mientras Jose Luis, que también disfrutaba de lo que hacía, besaba y sobaba los pechos de aquella finlandesa que había conocido un año atrás.

A Sonia le gustaba aquel chico. Tenía temas de conversación realmente interesantes y además era guapo. Tenía novia, pero ella no buscaba ni novio, ni matrimonio esa noche.

Estuvieron bebiendo y riendo como media hora más. A ambos se les escapaban miradas furtivas al cuerpo del otro. Sonia se agachaba a sabiendas de que le enseñaba todo el escote. También sabía ella que tenía que calentarlo, cuanto más mejor, antes de contarle su pequeño secreto. De todas formas ella apostaba a que no le importaría y menos después de lo que él la había contado acerca de lo liberales que eran en su país y en concreto él y su novia.

-¿Te importa que salga a fumar?- Dijo Sonia a James, mostrando el paquete de Chesterfield. Él dudó, pero finalmente dijo “claro que no”.

-Quería decir que si me acompañas afuera a fumar…- Dijo ella acercándose a él y diciéndoselo al oído para hacerse oír por encima de la música. Él asintió ahora aliviado al entender la proposición y salieron juntos del bar. Se apartaron al mismo lugar donde hablaban antes. Ella sacó un cigarro y lo encendió. Disfrutó de la primera calada antes de expulsar el humo a un lado para no molestar a James.

-¿Y cuando os vais del pueblo?- preguntó Sonia.

-Nuestra intención era marcharnos mañana por la tarde- Dijo James tranquilo.

-Vaya, yo que pensaba que podría verte otro día sin que tuvieses que volver con tu novia- Dijo Sonia descaradamente, intentando redirigir la conversación hacia donde ella quería.

-No tengo que volver con nadie, digamos que nos hemos dado la noche “libre”- Dijo él sentenciando el tema y dejando claro que no había ningún problema.

-Osea, que…- dio otra calada al cigarro. -…si quisiese esta noche podrías ser mio- Dijo soltando el humo elegantemente y ambos rieron por la medio broma.

-Bueno, no te he sido del todo sincero- dijo James, lo que provocó una ligera tensión en Sonia. -Mi intención era proponerte que pasases la noche conmigo y con mi novia- “Ay va!”, pensó Sonia. Eso si que no lo vio venir.

-Vaya, me has dejado de piedra- Dijo y pensando rápidamente en los pros y los contras tardó poco en decidirse. -La verdad, es que con que tu novia sea la mitad de guapa y de agradable que tu aceptaría sin pensarlo- Dijo acercándose a él y dejando un ligero beso en sus labios.

-Aunque yo tampoco he sido del todo sincera- dijo apartándose un poco. Con un leve movimiento de su mano dio una última calada a su cigarro. James pudo apreciar las blancas y femeninas uñas de Sonia. Lo agarró de la mano y caminando unos metros lo llevó un poco más adelante en la calle, donde sabía ella que había un callejón con poca luz. -Esto quiero que lo veas por ti mismo, más que contártelo- Dijo cuando entraron en el callejón. Allí en las sombras, James ya no la dejó hablar. La atrapó en un abrazo contra la pared y la besó. Ella lo correspondió sin protesta alguna. Es más, con sumo placer.

-MMmm, besas muy bien- Dijo Sonia, pensando que estaba donde había querido llevarlo, ya que lo había calentado lo suficiente como para contarle su “secreto”. -Tengo que decirte que no soy lo que aparento- Y con estas palabras llevó la mano de James a su entre pierna mientras lo besaba de nuevo. Este tardó unos segundos en reaccionar. En cuanto notó el semi-fláccido pene de Sonia, paró el beso y se separó para mirar hacia abajo como buscando una explicación, pero sin separar la mano de las bragas de Sonia, donde seguía moviendo los dedos tactando aquel escondido pene. Volvió a mirar hacia los ojos verdes de aquella mujer de arrebatadora belleza y como respuesta a lo que le acababa de contar, la volvió a besar.

De todas las reacciones que había visto Sonia, esta había sido la más halagadora. Siguieron besándose por unos minutos. Excitados los dos como estaban, Sonia ya tenía una mano sobre el paquete de James.

-Me encanta como besas- Dijo con ese ligero acento que tanto le gustaba a Sonia.

-¿Vamos a mi casa?- Preguntó Sonia volviendo a besar al rubio norteño.

-Tengo que avisar a Keira- Dijo agarrando su móvil mientras Sonia no dejaba de besarle el cuello y sobarle el paquete por encima del pantalón.

-Dile que se de prisa o voy a empezar a comértela aquí mismo- Dijo Sonia excitadísima mientras chupaba una de las orejas de James, el cual como podía mandaba un mensaje a su novia.

Keira se había dejado al placer. Se había dejado llevar y ya se había corrido una vez. Jose Luis no dejaba de comerle las tetas y ella estaba encantada con ello. De pronto su móvil hizo un leve pitido y vibró. Era un mensaje de James.

“Cariño, todo arreglado. Vamos para su casa” y a continuación una dirección y unas coordenadas de GPS.

-…mierda, esto tiene que acabar pronto…- Susurró al leer el mensaje de su novio, el cual estaba al otro lado del pueblo.

-¿que?- Preguntó Jose Luis, que levantó la cabeza de las tetas de Keira.

-Que quiero comerte esa polla que estará ya durísima- Dijo besando su boca. Se arrodilló allí mismo, abrió los pantalones de Jose Luis y sacó su polla. Estaba grande y roja. Comenzó a pajearla y a sobarla.

-Ahora te toca a ti cielo, ya sabes lo que me gusta- Dijo Joselu insinuante. “No vamos a llegar a eso”, pensó Keira. Se arrimó y dejó caer un hilo de saliva en aquel rosado glande. Lo extendió con la mano y engulló el pene con placer.

-Oh, eso también me gusta Keira!!- Dijo suspirando de placer. -Que zorra eres- A ella no le gustaba que la hablase así, pero él la dejó claro que no lo decía en serio, sólo para excitarse.

Mientras chupaba su polla, lo masturbaba con la mano llena de saliva. Eso aumentaba el placer. Ella por supuesto, también disfrutaba de aquello, pero desde luego el que lo estaba pasando de maravilla era Jose Luis. De vez en cuando escupía un poco más para aumentar la lubricación, eso lo ponía a mil. Quería follar con él pero también quería irse cuanto antes para reunirse con James y la chica misteriosa. Eligió lo segundo y aceleró la mamada.

Este no tardó mucho en correrse, que es lo que Keyra buscaba.

-Keira, cariño me corro…ahhh- Ella se apartó y con la mano siguió masturbando a Jose Luis que eyaculó hacia adelante llenando el suelo de semen fresco. Alargó la paja hasta que dejaron de salir las últimas gotas.

Ella sabía que no podía demorarse demasiado, sino Jose Luis se pondría muy pesado. Debía aprovechar ese instante. Se incorporó, lo besó y se lavó las manos.

-Te espero fuera- Cuando Keira salió del baño, Jose Luis aún estaba en éxtasis, atontado por el orgasmo. Él mismo aún se tocaba. Tardó unos segundos en darse cuenta de que Keira había salido.

Keira ya en la calle, después de despedirse del resto de sus amigos, agarró su móvil y con algunos movimientos rápidos de sus dedos el GPS de su iphone le dió una respuesta: “You must turn right in 40 meters…”. Estaba en camino.

Sonia y James, caminaban contentos hacia la casa de esta. Agarrados de la cintura paraban en cada esquina para besarse y tocarse. Sonia hizo amago de abrirle el pantalón a James en plena calle pero el no quiso. Prefirió esperar. En cambio no dejaba de meter la mano por debajo de la falda de cuero negro que llevaba Sonia para tocar el bulto que escondía su tanga. Esta se excitaba y mordía los labios de aquel rubio apuesto.

Llegaron a la casa, donde se detuvieron otra vez a besarse y tocarse. Se abrazaban con deseo y se mordían mutuamente el cuello conteniendo sus impulsos en espera de Keira. James palpaba los pechos de Sonia por encima de la camisa mientras esta gemía levemente en respuesta a sus caricias.

-Espera, voy a abrir la puerta- Dijo Sonia soltando a James y apartándolo. Abriendo la puerta estaba, cuando vieron que alguien venía por la calle. Vajita y rubia, saludó ondeando la mano hacia ellos.

-Es ella. Es Keira- A Sonia le gustó en cuanto la vio. No muy alta, comparada con James, pero igual de rubia. Con generosos pechos y andares alegres. Se acercó a ellos y saludó a James con un tierno beso en la boca.

-Hola, me llamo Keira- Saludo sonriente a Sonia.

-Hola, yo soy Sonia- y se dieron dos educados besos en las mejillas. Sonia terminó de abrir la puerta.

-Vamos, entrad. Este pueblo tiene ojos y oídos en cada rincón- Dijo sonriendo. -Pasad a la salón- Dijo señalando una puerta a la derecha de la entrada. Ella entró tras ellos. -¿Os apetece tomar algo?-

-Si, ¿por que no?- Dijo Keira sonriente. Era simpática y agradable. Tenían complexiones completamente distintas. Sonia era más estilizada, casi tan alta como James. Keira en cambio era más baja y voluptuosa. Sin perder la figura femenina, tenía más curvas que Sonia.

-Tengo Whisky, Ron, cerveza y maría- Dijo Sonia enumerando lo que había.

-¿Que licor es maría?- Dijo Keira.

-Marihuana, cielo- Dijo James, sonriendo.

-Ah! pues yo quiero… whisky y maría- Dijo riendo de su propio error.

-Yo tomaré lo mismo- Dijo James.

-Pues ahora mismo preparo tres whiskys y un porro de maría- Dijo Sonia sonriendo y alegre de poder compartir toda la marihuana que se había llevado al pueblo.

No tardó en servirlos. James se había sentado en un largo sofá y Keira en otro sofá un poco más pequeño junto al grande. Sonia sirvió los whiskys en la pequeña mesa de centro y desapareció por la puerta. En unos segundos regresó con una pequeña caja de madera. La abrió y allí estaba la marihuana y todo los aparejos para hacerse el porro.

Tomó asiento en el sofá junto a James, teniendo a Keira a su otro lado. Con unos rápidos movimientos de las manos y algunos gestos que ya se había convertido en rutinarios se hizo un delgado porro de maría.

-Toma, para ti. Tu lo enciendes- Y le pasó el porro con el mechero a Keira.

-Ah, gracias guapa- Esta lo cogió con gusto y dejó su vaso en la mesa. Lo agarró con la punta casi de sus largas uñas, se lo arrimó a los labios. Lo encendió con una larga bocanada. Aguantó el humo lo que pudo y exhaló el resto. Tosió varias veces.

-Si, es un poco fuerte, pero no lo he cargado mucho- Dijo Sonia. y mientras decía eso, miró lascivamente a James, el cual le devolvió la mirada. Bebieron ambos de sus vasos.

-Ahí va…- Keira pasó el porro a Sonia, que rápidamente le dio una larga calada. Sosteniendo el afrodisíaco humo le pasó el porro a James.

-Mmm, uff! me encanta- Dijo Sonia, mientras James hacia lo propio con el porro, que por fin terminó de nuevo en manos de Keira. Esta se vio con el porro en una mano y el vaso en la otra.

James, expulsando el humo hacia a un lado, dejó el vaso y cogiendo levemente la cara de Sonia, se arrimó y la besó. Fue un beso tierno, en el que prácticamente ella no participó. Fue ya en el segundó que ella reaccionó y ambos sacaron sus lenguas para fusionarse en un beso de lo más pasional. Estaban ya muy excitados y eso se notaba. James no tardó en meter una mano por la blusa de Sonia para acariciar uno de los redondos y tiernos pechos de la morena. Ella paseaba su mano por encima del pantalón, notando como el bulto que James tenía entre las piernas crecía por momentos. Le besaba el cuello y el escote. pasaba su lengua entre sus pechos.

Sonia vio un movimiento a su lado. Era Keira ofreciéndole lo poco que quedaba de porro. Sonia lo agarró y le dio otra profunda calada. En ese momento James levantó la cabeza y metió su lengua en su boca, obligandola así a contener el humo. A Sonia pareció gustarle y correspondió el beso con sumo placer. Aguantaron unos segundos y luego Sonia exhaló con fuerza. Puso con un gesto sensual el porro en los labios de James quien dio una corta calada. Se lo devolvió a Keira quien miraba recostada en su sillón.

Sonia, ya con las manos libres, agarró con firmeza la cara de James y se fundieron en un profundo y sexual beso. Intercambiaron algo más que el beso. Las manos de James no dejaban de sobar a Sonia por todos lados. Se notaba que tenía ganas de desnudarle. Ella por su lado no dejaba de sobar el ya gran paquete que tenía James dentro de los pantalones.

Keira disfrutaba del panorama y del whisky. Relajada, miraba como se magreaban su novia y aquella morena de la cual poco sabía. Eso la excitaba. Confiaba en su James y sabía que no se había liado con cualquiera. En cuestión de físico la encantaba. Alta y de larga melena. Muy española. Dio un último sorbo al vaso y apagó el porro. Había decidido unirse a la fiesta.

Sonia, mientras exploraba con su lengua la boca de James, notó como la atusaban el pelo. Eso le gustaba. Se separó de James, para girarse un poco y aprobando lo que hacía Keira con una sonrisa acercó su cara a la de la rubia quien entendió al momento lo que quería e hizo lo propio, hasta que ambas bocas se rozaron. Fue un roce sensual. Un primer contacto cariñoso. Al que siguieron varios iguales. Pequeños besos se sucedieron entre las dos mujeres. James mientras tanto acariciaba el cuerpo de Sonia.

Fue Keira, quien con un gesto de su boca provocó que las dos lenguas femeninas se juntasen y comenzasen un juego persecutorio por las bocas de ambas chicas. Keira, que ya venía caliente por su encuentro con Jose Luis, no tardó en llevar la mano de Sonia a uno de sus pechos, lo que provocó que Keira gimiese. El beso lesbiano se alargaba en el tiempo. Sus cabezas giraban, pero sin separar las bocas. James ya había conseguido abrir la camisa negra de Sonia. Sus dos perfectos y redondos pechos lucían en un sujetador de encaje negro precioso.

Sonia notaba como la abrían la camisa y trataban de desabrochar su sujetador. Mientras, ella se besaba con Keira, la cual tenía los pezones durísimos. Los de Keira eran unos pechos voluptuosos y redondos. Carnosos pero sensibles. Sonia notaba que con sólo rozar sus claros pezones ella se estremecía. Los besos que intercambiaban ambas mujeres habían comenzado por ser tiernos y dulces, pero se estaban convirtiendo en algo más. Sus labios, ya húmedos por el roce de sus bocas no cesaban en el intento de agarrar los de la otra. Se chupaban la barbilla y volvían a sus labios. Las lenguas no dejaban de jugar entre ellas. Sonia y Keira estaban inmersas en aquel interminable beso.

James ya había desabrochado el sujetador. Salieron entonces a la luz dos pechos redondos, con pezones oscuros y duros. No eran grandes, pero a James eso no le importó. Pudo ver la belleza en ellos aunque no tuviesen un tamaño exagerado. Con un gesto sencillo agarró uno y comenzó como pudo, puesto que las mujeres se medio abrazaban mientras se besaban, a mamar de él. Notó como Sonia se estremeció un poco. Mientras lo hacía su mano se coló por debajo de la falda de cuero y notó como el tanga de Sonia ganaba volumen por momentos.

Keira, mientras se besaba con Sonia a la cual la tenía suavemente agarrada por la cabeza, observó como su novio, James, comenzó a chupar uno de los pezones de esta. Eso la encantó y la calentó aún más de lo que estaba.

Envidiosa de que Sonia recibiese una mamada en sus pezones, quiso lo mismo para ella. Se separó del beso que se estaba dando con Sonia y se puso de rodillas en el sofá, de manera que su voluptuosos pechos quedasen a la altura de la cara de la mujer con la que se besaba hacía unos segundos. Esta no lo dudó. Observó las tetas de Keira, que eran preciosas y empezó a pasar su lengua, como si de un polo se tratase por los pezones de Keira. Esta reaccionó dando pequeños gritos de placer. Sonia supo al momento lo sensibles que eran aquellos pechos. Intensificó el trabajo de su lengua y los gemidos de la rubia se lo confirmaron. Abriendo la boca como pudo se metió uno de sus pezones dentro y comenzó a mamar de aquel pecho mientras su lengua jugaba con el pezón. Keira enloqueció. Gritaba y gemía como una perra. Le encantaba lo que Sonia le hacía.

James por su parte no dejó ni un rincón de los pechos de Sonia sin chupar. Sacó la mano de debajo de la falda y fue a desabrochar la cremallera lateral que esta tenía.

-No, por favor. Déjame la falda puesta- Dijo Sonia mirando a James. -Quiero que me folléis con la falda puesta- James le contestó con una medio sonrisa y dejó la cremallera en paz. Su mano regresó a la entre pierna de Sonia, donde ya podía agarrar su pene medio erecto. Sonia, cuando notó como James agarraba su “juguete” como ella se refería a él, gimió. Su gemido fue sordo pues volvía a tener uno de los pechos de Keira en la boca. Esta gemía bien alto.

-MMMm, no pares….ahh, ahh- Decía la finlandesa echando su cabeza hacia atrás abandonándose al placer. -Chúpame más…voy a correrme..- La afirmación que Keira hizo entre gemidos, sorprendió a Sonia. ¿Tan sensibles era sus pechos? pues, parecía que si.

-Ah, me corro……si, me corro..- Keira apretó la cabeza de Sonia fuerte contra uno de sus pechos. Esta respondió chupándolo aún más intensamente. -ahhhhhh- Un grito señaló el momento de más auge del orgasmo.

James ya había retirado un poco la falda y mientras chupaba los pechos de Sonia, masturbaba su pene ya liberado de la prisión que suponía el tanga. Un pene no muy grande, pero tampoco pequeño. Rigurosamente depilado y moreno por el sol.

Cuando Keira volvió en si, miró a Sonia y volvió a besarle con pasión y deseo. Miró a su marido y lo que vio la dejó paralizada. Era un hombre…es decir, un transexual. James no la había dicho nada. Seguro que se lo guardó como una especie de sorpresa. Sin pensarlo, se bajó del sofá y se arrodilló frente a Sonia. Miraba al pene de Sonia como si fuera el primero que veía en años. Su mirada iba del pene a Sonia. Esta sonreía. Sin dejar de mirarlo y viendo como Sonia volvía a centrar su atención en su marido que le seguía comiendo las tetas, Keira, comenzó a lamer el glande de aquel pene como si de un polo se tratase.

Sonia cerraba los ojos dejándose llevar. Tras unos lametones más Keira poco a poco introdujo aquel sabroso y femenino pene en su boca. Un leve gemido de Sonia, confirmó a Keira de que aquello la gustaba. Keira inició con un ritmo suave un mamada que terminó de poner erecto aquel depilado pene.

Sonia por su parte excitada como estaba, reclamó lo que llevaba toda la noche esperando. Separó a James de sus pechos y tiró de su pantalón hacia ella pidiendo con gestos que se los quitase. Este lo comprendió y se deshizo de ellos rápidamente. Se puso de pié en el sofá y colocó su polla a la altura de la cara de Sonia. Esta no dudo ni un segundo y engulló con pasión y deseo la verga de James. Este gimió levemente. Sonia absorbía cuando la polla de James entraba en su boca para intensificar el placer. LE encantaba mamar un buen rabo y sabía hacerlo muy bien.

Así Keira chupaba la polla de Sonia y Sonia la de James. Keira, miraba a Sonia mientras su boca se llenaba con aquel miembro transexual. La excitaba mucho esa idea. La excitaba también ver a Sonia mamar la polla de su novio.

No había rastro de bello en Sonia. Tanto los testículos como la base del pene estaban depilados a conciencia. Era una sensación extraña, pero la mar de agradable no notar nada de bello.

Aunque pensamientos como estos pasasen por la cabeza de Keira, no había parado su felación a Sonia. La polla de aquella “mujer”, entraba y salía de la boca de la finlandesa con una facilidad pasmosa. pequeñas gotas de saliva resbalaban por el tronco de aquel falo hacia los testículos. Keira lamía de vez en cuando todo aquello para limpiar la saliva sobrante y volvía a echarlos sobre el glande para lubricarlo.

Los gemidos de los tres se hacían notar en aquella silenciosa habitación. Por encima de los de las mujeres se comenzó a oír los de James, quien estaba sobreexcitado por la mamada que Sonia le estaba proporcionando.

Esta había estado deseando toda la noche poder meterse aquella polla en la boca y saborear sus jugos. Era más grande que la suya, pero no demasiado, con lo que podía jugar con ella en al boca. Movía su lengua estimulando el glande acompañando así la propia mamada. El chico estaba enloqueciendo de placer. Sabía que zonas debía estimular, puesto que tenía su propio pene. Con una mano sujetaba la base del falo, con la otra acariciaba sus huevos y pasaba, de vez en cuando, sus dedos por su ano, lo cual no parecía molestar a James.

-Para, en serio. Para que me corro- Dijo echándose hacia atrás. Sonia notó como el pene de James salió por si solo de su boca. Quería más. Adoraba esa polla. -Si seguimos con esto, me corro ahora mismo- Dijo el rubio casi pidiendo un descanso.

-¿Ya mi vida?- Dijo Keira sorprendida. -Pues si que debes hacerlo bien- Dijo mirando a Sonia con su falo en la mano. Lo soltó e incorporándose besó a la morena que sentada en el sofá la recibió con un abrazo y la boca abierta.

James contento de que le dejasen relajarse un momento se separó un poco a observar a las chicas.

-Parece ser que tus habilidades amatorias superan a las mías- Dijo Keira. Mirándose a los ojos, las mujeres volvieron a besarse, sacando sus lenguas para juntarlas en el aire, fuera de sus bocas.

-Si, aprendí bien hace unos años, con mi antiguo jefe- Dijo Sonia como pudo con la lengua de Keira buscando la suya. Miró a la derecha y vio a James, sentado mirando lo que ellas hacían.

-¿Has descansado ya?- Dijo Sonia. -Por que necesito que alguien me folle mi húmedo culito- Explicó mirando la polla erecta que se mostraba ante ella.

-Creo que si…- Dijo tímidamente James ante la proposición tan directa de Sonia. Keira sólo los miraba. No decía nada.

-Pues será mejor pasar al dormitorio, ¿no creéis?- pregunto la española.

-Creo que es una brillante idea- Dijo Keira, quien poniéndose de pie, tendió la mano a Sonia para acompañarla.

-¿Por donde?- Preguntó la rubia.

-Por allí…- Dijo Sonia señalando un cuarto al fondo de un pasillo. Keira tiró de Sonia, quien al pasar junto a James, lo agarró de la mano y juntos los tres se fueron al oscuro dormitorio.

Al llegar, Keira se paró a los pies de la gigantesca cama que presidia el centro de la habitación y con un par de rápidos gestos se quedó completamente desnuda. James aún llevaba sus calzones y su pene salía por la abertura que estos suelen tener para orinar.

-Ven conmigo- Dijo Keira a Sonia, quien obedeció diligentemente. Las dos mujeres arrodilladas la una frente a la otra en la cama volvieron a besarse. Keira agarró la polla de Sonia que asomaba medio erecta por debajo de la falda.

-Eres muy bonita, ¿lo sabias?- le dijo la Finlandesa.

-Gracias. Tu también me gustas mucho- Contestó esta. Sus labios intercambiaban saliva sin cesar. El beso cada vez era más húmedo. Keira ya había comenzado un movimiento masturbatorio que hacia gemir levemente a Sonia. Sonia pasaba la mano por encima del escaso bello púbico que Keira tenia entre las piernas.

Con una rápida mirada Sonia encontró a James, ya desnudo, de pie fuera de la cama mirándolas.

-Ven- dijo al chico rubio tendiéndole una mano. Este se acercó por detrás de Sonia y la abrazó. Su pene fue a chocar con la falda de cuero de Sonia. Esta lo sintió y levantó un poco la falda, para poder sentir aquella polla en su culo. James la abrazaba y cogía sus pechos con ambas manos. La besaba la nuca, mientras Keira besaba sus labios por delante. Cuatro manos y dos bocas la estaban acariciando. No se había sentido mejor en su vida. Echó una mano hacia atrás por encima de su hombro para acariciar la cara de James. Sus gemidos eran los únicos que se oían en la habitación.

-Sois maravillosos…-Dijo entre jadeos. Esto no hizo más que intensificar las caricias y besos de la pareja.

Sonia, con un gesto firme pero sensual, empujó a Keira quien cayó de espaldas en la cama. Esta supuso lo que Sonia iba a hacer y se colocó con las piernas abiertas frente a ella, sonriendo. Casi ansiosa. Sonia no la hizo esperar y se agachó para meter su cabeza entre las piernas de la rubia. Su lengua pronto encontró el clítoris de Keira.

-Ahhh…- Un largo y agónico gemido salió de la boca de la finlandesa, quien recibía lametazos a lo largo de su coño. -Ahh, me encanta…no pares…-Decía en perfecto español.

James que sin saber como, se vio de repente con el culo de Sonia en pompa frente a él. Metió con cuidado la mano por debajo de la falda y tiró suavemente del tanga para quitárselo. Lo sacó y humedeciendo su glande con abundante saliva lo restregó entre los carrillos del culo.

-No tengas reparo. No vas a hacerme daño- Dijo Sonia en un susurro a James. Este entendió que no era la primera vez. Apuntó con cuidado al culo de Sonia y empujó levemente. El glande, que en estos casos es lo que más cuesta, entró fácilmente. El resto vino solo.

-Ahhhh, dios que placer…- Gritó Sonia. Agarró fuerte el muslo de Keira y su lengua paró por un momento de amasar aquel delicado clítoris para disfrutar de la sensación de tener a James dentro de ella. Notó como el tronco de dicha polla la penetraba entera y aunque sintió un poco de dolor, sabía que eso desaparecería en unos momentos. En cuanto James imprimió un ritmo constante a las embestidas que recibía su culo, ella volvió, entre gemidos eso si, al coño de Keira donde un torrente de fluidos la esperaba. Húmedo como estaba, le pareció delicioso aquel coño abierto pidiendo guerra. Guerra que Sonia estaba dispuesta a dar. Mientras sorbía fluidos y besaba el clítoris bajo los gemidos incesantes de Keyra, James la penetraba sin parar. Su pene entraba y salía del culo de Sonia haciendo de ese vaivén un placentero baile. El pene erecto de Sonia se bamboleaba hacia adelante y hacia atrás con cada embestida. Sonia dejó de hacer esfuerzo por intentar llevar su propio ritmo en su cunilingus y dejó que las propias sacudidas que recibía su culo fuesen las que moviesen su lengua por el coño de Keyra, a quien no parecía importarle.

-Ahhhh….ahhh, sigue que me corro de nuevo!- Exclamó Keyra agarrando la cabeza de Sonia, quien procuró lamer con más fuerza. Besaba y mordía suavemente el coño que tenía entre los labios. Pasaba su lengua desde abajo hasta arriba chupando hasta el último rincón de aquella preciosa vagina. -Siii! lámeme así….- Keyra estalló en otro orgasmo que se alargó durante al menos un par de minutos.

-Ahhh, ahhh, ahhh…no paréis, me estoy corriendo- Decía mientras no dejaba que la cabeza de Sonia se separase se su coño. El flujo vaginal resbalaba por su entre pierna y caía sobre las sabanas de la cama.

-Creo…., yo creo que….también voy a correrme…- Dijo James con voz entre cortada. Las sacudidas que Sonia recibía frenaron. El ritmo se ralentizó, pero sin llegar a detenerse.

-No pares por favor- Dijo Sonia, mirando para atrás a James, quien tenía los ojos cerrados en gesto de profunda concentración.

-Es que si sigo me corro…- Dijo sin abrir los ojos.

-Pues córrete, pero hazlo fuera- dijo Sonia con la voz entrecortada a la vez que movía el culo para reanudar el vaivén que James había parado.

-No, no hagas eso…me corro….- Dijo el Finlandés, agarrando el culo de Sonia fuertemente entre las manos. Un par de sacudidas fuertes y con un gesto brusco sacó su pene a punto de estallar justo para disparar su primer chorro de leche sobre la baja espalda de Sonia. Esta se dio rápidamente la vuelta y acogió el resto de la corrida en su estomago y falda de cuero. Eso la excitaba sobremanera. El semen de James, caía sobre ella y su falda. Se podía apreciar muy bien como el espeso líquido, de un tono claro se escurría sobre la falda de cuero negro. James, se agitaba en espasmos provocados por el orgasmo. Se masturbaba para exprimir aquella ola de placer. Sofía con una mano esparcía el semen por su falda. Siempre le había encantado el aspecto del semen sobre el cuero.

Keyra se levantó como un resorte para abalanzarse sobre el pene de su novio, el cual aún estaba frente a Sofía de rodillas. Una vez hubo terminado de eyacular casi todo, Keyra, fielmente, se la metió en la boca para limpiar los restos. Esto provocó más olas de placer en James.

-Ahh, nena me encanta y lo sabes…- Decía James mientras se escurrió hasta terminar tumbado de forma relajada dejando que su novia le limpiase los restos de leche. Cuando hubo estado limpia se levantó. Sabía que su novio estaría fuera de juego al menos por un buen rato.

Keyra buscó a Sofía. Estaba tumbada mirando los chorretones de semen que recorrían su cuerpo y falda.

-Hola preciosa- Dijo Keyra acercándose a Sofía. Con ambas manos retiró el pelo de su cara y depositó un suave beso sobre sus labios. -Espero que James no te haya defraudado. Se excita mucho, se acelera y eso lo pagamos nosotras- Dijo Keyra mirando el cuerpo de Sofía.

-Ha estado bien y muy cariñoso- Dijo Sofía de forma educada, pensando que le hubiese gustado seguir follando.

-Si ya, pero no te has corrido- Dijo Keyra rozando el pene de Sofía con la punta de sus dedos. -Creo que es hora de limpiarte- Dijo la Rubia a Sofía cogiendo a esta de la mano.

James, tumbado en la cama, extasiado por el orgasmo tan potente que había tenido vio a las dos mujeres como, de la mano, desaparecían por una puerta que había en la habitación.

El baño era amplio con una gran plato de ducha. Nada ostentoso, pero elegante para una casa antigua como aquella.

-Esto, creo que es hora de que te lo quite- Y con gestos ligeros Keyra se deshizo de la falda de Sofía la cual no puso resistencia alguna. El tanga calló también al suelo, quedándose Sofía completamente desnuda. Aquellos preciosos y redondos pechos en combinación con aquel pálido pene la hacían la mujer mas hermosa del mundo a los ojos de Keyra.

-Dios, eres preciosa…-Dijo La rubia acercándose a Sofía y besándola suavemente. Mordían sus labios y sus lenguas salían de sus bocas para encontrarse y lamerse. Las manos de ambas mujeres recorrían el cuerpo de la otra.

-Vamos dentro- Dijo Keyra tirando de Sofía para que entrase en la amplia ducha. Ya centro volvieron a besarse. -Voy a limpiarte- Le dijo Keyra. Y con deseo se agachó y comenzó a lamer su vientre donde aún había restos del semen de James. No tardó mucho en encontrarse con el pene semi-erecto de Sofía. Lo besó, lamió y engulló.

-Ahh…eres una diosa con la lengua- Dijo Sofía notando la mamada de Keyra. Esta lamía los huevos de Sonia, mientras con una mano masturbaba aquel maravilloso pene. -Ahhh…- Sonia, se derretía. Keyra volvía a engullir la femenina polla de Sonia. Sonia a su vez se agarraba los pechos y estirando la lengua rozaba con ella uno de sus pezones. Estaba abstraída. Abandonada al placer.

Keyra se detuvo un momento para abrir el grifo. El agua tibia, empapó a ambas mujeres. Keyra reanudó su felación bajo aquella lluvia relajante. Le costaba coordinar respiración y mamada, pero hacía lo posible por no dejar de dar placer a Sonia, quien de pie intentaba no perder el equilibrio debido al mareo producido por las oleadas de placer que le llegaban de su entre pierna.

Keyra, se separó detuvo el agua y echando una generosa cantidad de gel en sus manos embadurnó el vientre de Sonia. El jabón chorreó y bajó por sus ingles. Keyra lo frotó todo. Masturbaba a Sonia con las manos llenas de jabonosa espuma.

-¿Me vas a follar antes de correrte? Aunque sólo sea un poco…- Dijo La rubia arrodillada en el suelo mirando a los ojos de Sonia que seguía en pie.

-Lo estoy deseando desde que entramos en la casa- Dijo Sonia sin apartar la mirada de sus azules ojos.

Keyra se puso en pie y besó a Sonia apasionadamente, para inmediatamente darle la espalda. El pene erecto de la mujer se instaló casi al instante entre las piernas de Keyra, quien al sentirlo las abrió como por acto reflejo. Encorvando la espalda, le facilitó la tarea a Sonia, quien apuntó al coño de la finlandesa. Con tanto jabón el pene se coló muy fácilmente, lo que arrancó un fuerte gemido de Keyra.

-Es delicioso…Ni muy grande, ni muy pequeño…- Gemía la rubia apoyada en la pared. Sonia, no comenzó el vaivén inmediatamente. Primero se inclinó y abrazó a Keyra cogiéndole ambos pechos fuertemente. Keyra respondió con más gemidos.

-No pares nunca..- Keyra se derretía sintiendo el pene de Sonia entrando y saliendo de su húmedo coño. Su vagina se contraía como reacción del roce de las manos de Sonia en sus pezones. Ambas mujeres gozaban de sus mojados cuerpos.

Sonia bajo un poco el ritmo para no correrse dentro de Keyra. Esta pidió más.

-¿porque paras? Dame más fuerte- Dijo con ansiedad.

-Es que no creo que vaya a durar mucho más. Te recuerdo que llevo un buen rato en la cama aguantando- Keyra comprendió y dejó que Sonia hiciese las cosas a su ritmo.

-Cuando vayas a correrte avísame quiero saborearte…-Dijo Keyra a Sonia mirando por encima de su hombro con cara de viciosa.

Ahora fue Keyra la que impuso un poco el ritmo dando a su cuerpo un vaivén con el que la polla de Sonia entraba y salía sin que ella hiciese nada.

-Si haces eso me voy a correr en breve- Argumentó la morena.

-La quiero para mi- Keyra con un ágil movimiento sacó el pene de Sonia del interior de su propia vagina y rápidamente se arrodilló frente al erecto miembro de Sonia que amenazaba con descargar en cualquier momento. Lo acarició y observó la reacción de su amante. Esta echó la cabeza para atrás pidiendo más y gimiendo.

-Ahhh, másss, estoy a punto…- Keyra sin avisarle engulló el glande de aquella durísima verga. -Ahhhhh….- un alarido de Sonia avisó a Keyra de que se venía lo inevitable. La finlandesa dejó que el primer chorro salpicase sus tetas. Tras ese primer disparo volvió a meterse el nabo de la boca y empezó una nueva mamada para exprimir todo el semen de aquellos prietos testículos.

-Ahhh, no pares, sigue mamando…-Decía Sonia al sentir de nuevo, en pleno orgasmo la lengua de Keyra acariciando su polla. Keyra chupaba y tragaba. Era una sensación maravillosa. Involuntariamente Sonia inició un movimiento de caderas con el cual se follaba la boca de Keyra, la cual dejó de moverse para disfrutar de aquello. No duró mucho pero ambas sonrieron cuando se detuvo.

Chupar una polla y exprimirla de semen y al mirar para arriba ver a una mujer. Keyra estaba en el cielo.

Sonia tiró de Keyra una vez hubo terminado para que se levantase y así poder besarle. Compartieron fluidos y caricias. Se fundieron en un abrazo que duro largos minutos. Dejaron de nuevo caer el agua sobre ellas para aclarar sus cuerpos y así poder regresar a la cama junto a James.

No pasó mucho tiempo cuando que se quedaron dormidas abrazadas la una a la otra.

Os haya gustado o no, os pido que lo valoréis. Es algo que los autores de TR nos merecemos, creo, sólo por el esfuerzo y tiempo dedicados para vuestro disfrute. Mi contacto ya sabéis… Luis) coslada75@gmail.com

La gatita de Ana

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Ana era una de las grandes amigas de mi novia. Se habían conocido durante la carrera y habían vivido mucho juntas. Por eso, cuando ella se fue a vivir a la capital mientras mi novia y yo nos fuimos a una provincia, nunca llegaron a perder el contacto, más bien todo lo contrario. Quizás fue la distancia la que terminó de fortalecer su amistad.

Físicamente, Ana era una chica muy atractiva. Morena, alta y delgada, genéticamente predispuesta a tener unas maravillosas curvas, que cultivaba a base de ejercicio. Además, era muy femenina y coqueta, me llamaba la atención que todos los días de su vida lo primero que hacía era pasar por el baño y retocarse un poco, antes incluso del desayuno.

El caso es que Ana venía a visitarnos de vez en cuando. A veces un fin de semana, a veces unos cuantos días de vacaciones… Yo también hice buenas migas con ella y lo pasábamos muy bien, incluso alguna vez acompañé a mi novia a la capital a visitarla.

Al ir cogiendo confianza con ella se fue abriendo conmigo, me contaba cosas cada vez más íntimas y la verdad es que muchas veces conseguía que me cogiera un buen calentón. Me contaba lo que le gustaba en el sexo, sentir como un macho la dominaba, la agarraba por atrás y la empotraba contra la pared. Me lo contaba porque tenía confianza conmigo, pero no nací ayer y sé que también lo hacía para calentarme. No a mí particularmente, pero era una chica a la que le gustaba sentirse deseada por los hombres, y aunque era su amigo, también era un hombre. Y ella también era muy lista y sabía que más de una vez me había ido a la cama con un calentón del 15 debido a las cosas que me contaba.

Mi vida sexual no era tan interesante como la suya. Yo llevaba muchos años con mi novia y aunque la quería y disfrutaba mucho con ella, es cierto que la rutina se había instalado en nuestra vida sexual. Manteníamos más bien poco sexo y quizás pecaba de repetitivo. Y yo no era una máquina sexual precisamente. Era más bien normalito. Y Ana, como buena amiga de mi novia, lo sabía.

Un día, en un bar, con algunas copas encima, Ana nos estaba contando acerca de su último ligue. Empezó hablando de cómo le iban las cosas con él a nivel sentimental, pero siendo como era ella no tardó en pasar al terreno sexual. Así nos contó que la relación emocionalmente no funcionaba, pero que a nivel sexual era una pasada. Por eso seguía con él.

En medio de la conversación mi novia se fue al baño y me quedé a solas con Ana. Sólo fueron un par de minutos, pero para ella era tiempo suficiente para practicar su afición al calentamiento masculino. Directamente me preguntó por mi vida sexual. Me cogió un poco frío, pero salí del paso como buenamente pude:

- Bueno, quizás no tan interesante como la tuya, pero cuando tienes una relación larga es lo que toca.

- Ya, claro – replicó – Aunque también influye que tu eres un gatito…

Sabía perfectamente a lo que se refería, yo no era uno de esos machos que cogían a una chica y la dejaban exhausta. No era mi estilo. Pero no acabé de entender por qué me decía aquello ¿para humillarme?¿para hacerme sentir que yo no era suficiente para ella?¿para tratar de hacerme despertar en mi relación con mi novia?. No me pude quedar callado.

- Me encantaría demostrarte lo gatito que soy- dije, muy precipitadamente. Ella se limitó a reirse de manera sarcástica y a responderme de manera provocativa:

- No tendría ni para empezar – hizo una pausa, y agregó, en un tono casi insultante – “gatito”.

Mi novia volvió, pero no quedó ahí la cosa…toda la noche, cada vez que tenía la ocasión, me llamaba gatito. Aprovechaba cualquier ocasión, me lo decía al oído, cuando mi novia no estaba… le encantaba aquel juego. Particularmente a mí no me gustaba, pero era evidente que a ella le daba igual. Y eso me encendía por dentro. No iba a engañar a nadie, yo no era una máquina sexual, pero tenía todo lo que quería. ¿Por qué aquello me molestaba tanto?.

Al día siguiente Ana no volvió a sacar el tema. Ni el resto del fin de semana. El domingo volvió a su casa y parecía que se le había olvidado el maldito juego del gatito. Desgraciadamente, sólo lo parecía. Aquello no había hecho más que empezar.

El lunes por la mañana recibí un mail de Ana. Cuando lo abrí, me quedé de piedra. Me enviaba fotos mías. Pero no unas fotos mías cualquiera… unas fotos que me había hecho y que estaban en internet, en un foro privado. Y da la casualidad de que en aquellas fotos yo salía completamente vestido de mujer. El corazón me iba a mil…Ana había descubierto mi secreto. No sabía cómo las había encontrado, pero sí sabía cómo me había reconocido: por la ropa de mi novia y mi tatuaje. Maldita sea. El tatuaje. Debería haberlo borrado con el photoshop.

El mail no sólo tenía fotos. También contenía el siguiente texto:

“Hola gatito. ¿O debería decir gatita?

¿Qué te parece lo que me he encontrado por la red? Me muero de ganas de verte así en directo. He pensado que este fin de semana me vas a venir a visitar tú solito. Ah, y por supuesto más te vale no decirle nada a tu novia o le enviaré las fotos a ella también. Seguro que a ella no le gustan tanto como a mí.

Besitos, Ana.”

Estaba jodido. Hiciera lo que hiciera, estaba jodido. Si me negaba, esas fotos podrían acabar con mi relación. Si iba a verla, estoy seguro de que Ana iba a dedicarse a chantajearme todo el fin de semana. Quizás me pediría dinero, sexo o vete a saber el qué. Pero la decisión estaba clara, quería a mi novia y no quería que mi relación terminase, menos aún así.

Le respondí, tratando de ser amable, apelando a su decencia. De poco me valió. Ana no me estaba preguntando si me apetecía ir a verla. Me lo exigía. Y el chantaje estaba muy claro. Durante toda la semana, se dedicó a enviarme whatsapps provocándome, llamándome gatita, diciendo que tenía muchas ganas de verme, metiéndome presión para ver si ya tenía el billete, etc.

No me quedó más remedio que ir. Le dije a mi novia que tenía que irme por asuntos de trabajo y el viernes, al salir de trabajar, cogí el tren en contra de mi voluntad.

El viaje se me hizo cortísimo. No tenía ninguna gana de llegar. Ana estaba esperándome en la estación, con una enorme sonrisa de oreja a oreja. “Maldita zorra” pensé al verla. Pero era evidente que a ella le daba igual lo que pensara. Lo primero que me dijo, al verme, fue “hola, gatita”. En voz alta, en público. No sé si alguién la oyó, pero está claro que yo sí, y me enfadé.

- Ana, córtate.

Sonrió.

- Creo que no estás en situación de decirme que me corte, gatita. Venga, camina hacia el coche. Tenemos muuuucho que hacer.

Ya en el coche me empezó a contar.

- Tu novia y yo, como sabes, nos lo contamos todo. Hace ya mucho tiempo que yo me he dado cuenta de como eres. Cuando ví las fotos en internet no fue ninguna sorpresa, simplemente fue la confirmación de mis sospechas. Tu no eres un hombre de los de verdad, tú eres como yo. Por eso tu relación con ella sexualmente no termina de funcionar. En cambio conmigo vas a ver que todo funcionará sobre ruedas. Vas a ser mi gatita y créeme, lo vas a disfrutar.

Ana me contaba todo aquello rebosante de felicidad. Todo aquello, no sabía por qué, le provocaba una enorme satisfacción. Me lo explicó.

- Una vez, con alguna copa de más, jugaste al psicólogo conmigo. Me dijiste, con cierto desprecio, que yo era una chica a la que lo único que le importaba era sentirse deseada por los hombres. A tu manera, me llamaste “puta”. Me molestó que me lo dijeras con aquel tono. Realmente me dolió tu desprecio. Siempre has sido muy resabido. ¿Sabes qué? Es cierto que me gusta que me deseen. Y tú siempre me has mirado de una forma extraña. Me deseas, sí, pero también me envidias. Me deseas tanto que quieres ser como yo. Es más, quieres ser yo. ¿Verdad que no voy muy desencaminada?

- Estás loca – sentencié. Pero mis palabras le resbalaban.

- Ya sé que no lo vas a reconocer. Pero lo sé. En el foro en el que encontré tus fotos te haces llamar Ana. Fíjate, como yo. Y además en un par de fotos sales con un picardías que tu novia y yo tenemos igual. ¿Me equivoco si te digo que es tu prenda favorita? Quizás te sientas chantajeado, pero sabes que, en el fondo, te estoy haciendo un favor…

No tardamos en llegar a su casa. Entré muerto de miedo en aquel templo de femineidad. La casa de Ana era para mí un lugar mágico, un auténtico escenario de fantasías. Pero nunca me había imaginado estar allí de esa manera, chantajeado y muerto de miedo por lo que pudiera pasar. No sabía qué hacer ni qué decir, Ana me había dejado muy claras las reglas de su juego. No tenía más remedio que dejarme llevar y hacer lo que ella me dijera.


La gatita de Ana (2)

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- Ponte ahí de pie – Me dijo mientras ella se sentaba en el sofá.

Estuvo unos instantes mirándome mientras yo estaba ahí parado, casi temblando. Ella no decía nada, simplemente me miraba. A continuación se levantó y me empezó a tocar. No de un modo sexual, sino más bien haciéndome un reconocimiento. Las caderas, la tripa…incluso el paquete.

- ¿Dónde vas con este paquete? Supongo que no esperarías complacer a una mujer con él…no, definitivamente yo tenía razón: has nacido para ser una gatita.- El comentario me ofendió, no es que yo tenga un gran instrumento pero creo que está dentro de la media. Ana buscaba provocarme. – Bueno, vete al baño: quiero que te des una ducha y te depiles en condiciones. Quiero tu cuerpo limpio y sin un pelito.

Evidentemente hice lo que Ana me decía. Me dí una ducha y me depilé. Tuve que usar el champú y el gel de Ana, y debo reconocer que me gustó el resultado final, bien depilado y oliendo a mujer. Aunque claro, la situación no era como para disfrutarlo. En cuanto terminé volví al salón. Allí me esperaba Ana.

Sobre la mesa del salón estaba aquel picardías. Sí, aquel que mi novia tenía igual y que tanto me gustaba. ¿Cómo no me iba a gustar? Era maravilloso: Color rosa, de satén, bien ceñido y con pantimedias blancas a juego. No era casualidad que aquello estuviera allí.

- Ya sabes lo que tienes que hacer -claro que lo sabía. Ponérmelo. Así lo hice.

Por primera vez en muchos días empecé a sentirme mejor. Aún estaba asustado pero reconozco que, en cierta manera, fue una liberación verme así frente a alguien. Ana me miraba sonriente mientras me vestía y cuando terminé y me puse frente a ella, me agasajó.

- Estás preciosa gatita. Aunque aún no hemos terminado contigo. Ponte de rodillas y acércate a mí como la gatita que eres. – Me acerqué gateando y tratando de hacerlo de la manera más sensual posible. Sólo fueron un par de metros hasta llegar a donde ella estaba, pero así vestido, con ese gateo y ese ambiente de sumisión me empezaba a sentir excitado.

- Y ahora…¿por qué no besas mis pies? – así lo hice y mientras tanto ella me metía mano, me tocaba el culo, el muslo…

- Vas a ser mi gatita, ¿lo entiendes verdad? – Cometí el error de no contestarle y me dio un buen cachete en el culo – ¡¡¿¿Lo entiendes??!!

- Sí, lo entiendo.

- Bien. Ponte de rodillas frente a mí. ¿Cuál es tu nombre?

- Ana

- No gatita no. Ana es el mío y tú, cariño, no estás a mi altura. Te permitiré que te llames Anita, ya que tan sólo eres un proyecto de mí…¿está claro?

- Sí, esta claro.

- ¿Te gusta?

- Sí, me gusta.

- Buena chica. Sabes que eres mi gatita, ¿verdad?

- Sí Ana, lo sé.

- Bien, y para ser mi gatita tienes que estar guapa – dijo mientras me agarraba con su mano la cara – Tienes una bonita cara de de nena. Vamos a trabajarla bien.

Cogió un maletín y me empezó a maquillar. Yo estaba de rodillas frente a ella y la observaba. Se notaba que realmente estaba disfrutando con la situación. Le llevó un rato hasta que terminó. A continuación sacó una peluca morena con mechas rojas, similar a su propio pelo y me la puso.

- Oh, dios mío…que preciosidad de nena…¡ve al espejo a verte! – así lo hice, y cuando llegué no me lo podía creer…Ana había hecho un trabajo espectacular, me había maquillado y puesto una peluca muy similar a su pelo. Era como su doble. Su doble travesti. Ana se me acercó por detrás y me vio sonriendo frente al espejo. Se empezó a reír:

- ¿Lo ves Anita? Te dije que te estaba haciendo un favor. Se nota que esto te está encantando. Ahora ponte esto – Y me dio unos preciosos zapatos de tacón. Eran la guinda perfecta, desde luego con detalles como la peluca o los zapatos de mi talla se notaba que Ana había preparado el encuentro a conciencia. Una vez me puse los tacones me volví a mirar en el espejo, en el que había una chica espectacular, alta, morena. Me miraba de espaldas y de perfil y me estaba volviendo loca viendo cómo mi culo y mis piernas se realzaban gracias a los tacones.

Ana se sentó el sofá, sacó un mando a distancia y puso música.

- Ahora quiero que bailes para mí.

Así lo hice. Allí de pie, en medio del salón, ante la atenta mirada sonriente de Ana, me puse a bailar de la forma más femenina posible. No me supuso ningún esfuerzo ya que hacía rato que Ana había conseguido que me dejara llevar. Me sentía como la gatita que Ana quería que fuera, y eso me ayudaba a contornearme sensualmente, sintiéndome muy mujer. Tan ensimismada estaba en mi baile que perdí la noción del tiempo, hasta que me di cuenta que Ana me estaba grabando con su móvil y tomándome fotos. Entonces me asusté.

- ¡Qué haces! ¡para!

- Tranquila gatita, quiero tener un recuerdo de esto para mí. No te preocupes, no se los enviaré a tu novia si eso es lo que te preocupa. Sabes que ya tengo fotos tuyas como para joderte la vida si me da la gana. Así que relájate y sigue bailando para mí.

Tenía cierto sentido lo que decía, así que seguí dejándome llevar por el baile. No tardé en notar como Ana empezaba a calentarse…se llevaba la mano a los pechos por debajo de su top, mientras me observaba se tocaba a sí misma.

- Sigue bailando para mí, gatita…

No tardó en quitarse la camiseta, el sujetador…había visto a Ana en bikini alguna vez, pero lo cierto es que sus pechos eran mucho más bonitos que lo que el bikini podía insinuar…me puse más cachondo todavía. Ella se quitó la falda y empezó a masturbarse, despacio, en su sofá sin apartar la mirada de mí. Yo seguía bailando hasta que, pasados unos minutos, me interrumpió…

- Ven Anita, ven gateando como la gatita que eres y cómeme el coño. – Lo dijo con una voz de excitación que pocas veces había oído a una mujer.

Me acerqué como ella me decía. En cuanto me tuvo a mano agarró mi cabeza y la dirigió con firmeza a su templo. Saqué mi lengua y empecé a lamer. La sensación era perfecta, yo estaba totalmente transformado en una mujer y le estaba comiendo su delicioso coño a una chica que se había puesto cachondísima al tenerme como su gatita.

Lamí, a veces más rápido, a veces más despacio, pero siempre con pasión. mi lengua iba de arriba a abajo sin parar mientras Ana se retorcía y gemía de placer.

- ¡¡¡Sigue, zorra, sigue!!!¡¡Más rápido puta!!

Dios como le gustaba tenerme como su puntita particular. Y cómo me gustaba a mí serlo y estar a su servicio. Me sentía en el cielo. Noté como cada vez su coño estaba más húmedo mientras me gritaba lo puta que era y me ordenaba que le diera más placer. No sé cuántas veces se corrió, pero yo tenía mi boca llena del líquido que emanaba de su coño. Y quería más.

Me tuvo un buen rato, hasta que me dolía la lengua, y después más. Yo, ante aquella sensación, comiéndome un coño mientras sentía la caída de la peluca sobre mi cara, mis labios pintados, mi piel depilada, estaba totalmente erecto, fuera de mí, lamiendo sin parar, moviendo mi cabeza y mi lengua al compás de sus contorneos de excitación infinita.

Finalmente, agarró mi cabeza con suavidad y me ordenó detenerme. Se quedó unos instantes parada, exhausta sobre el sofá.

- Sin duda, debería haber tenido una gatita antes…

De repente, ocurrió algo inesperado. Yo tenía una erección de caballo y esperaba que, de una manera u otra poder “trabajar” sobre ella. Pero no, para nada. Ana cogió el mando, paró la música me miró seriamente y me dijo:

- Ahora quiero que me limpies la casa.

Me quedé atónito. No entendía aquello.

- Pero Ana…¿y yo? – dije, haciendo evidente mi erección. – y Ana se echó a reír.

- ¡Ay, Anita! Veo que eres un poco tontita…¿no te enteras de nada, verdad? Aquí no has venido a disfrutar, sino a complacerme a mí. Y a hacer lo que a mí me apetezca. Y no, desde luego no pienso tocar esa mierda de polla que tienes. Si a mí me apetece en algún momento verte tocarte, te lo ordenaré. Pero de momento no me apetece. Y a lo mejor nunca me apetece. Ahora lo que quiero que me limpies y ordenes bien la casa, y luego ya decidiré qué me apetece que hagas.

Había captado la idea. No tuve más remedio que comerme el calentón y empezar a recoger la casa. Empecé ordenándolo todo, después pasé la aspiradora, fregué, pasé el polvo con un plumero. La casa de Ana no era muy grande pero me llevó al menos un par de horas. Reconozco que no me gusta limpiar, pero me estaba metiendo en el personaje de Anita y realmente lo disfruté: pasar la aspiradora sobre unos zapatos de tacón es sin duda mucho más excitante. Hacer tareas tradicionalmente más propias de una mujer, de una sirvienta…reconozco que aquello me excitaba. Pero deseaba terminar, sentía curiosidad por ver qué tenía pensado hacer Ana conmigo.

- Ya he terminado, Ana.

- ¿Seguro? Tienes un montón de plancha…

Y así era. Tuve que planchar, doblar y colocar un montón de ropa. Además, tuve que hacer la colada y poner una lavadora. Ana me ordenó colgarla, pero el tendal estaba en el patio.

- Ana, no puedo tender.

- ¿Eres tonta?¿No sabes poner un tendal?

- Pero los vecinos me verán así…

- Ah bueno, si lo que prefieres es que te vea tu novia no hay problema – dijo mientras cogía su móvil

- Está bien, lo haré.

Así que no tuve más remedio que salir al patio a tender la ropa. Me encantan manipular la ropa de ana: sus pantys, sus vestidos, sus braguetas…pero estaba muerta de miedo de que me viera algún vecino…y así fue. Unos chicos jóvenes me silbaron y me llamaron de todo: guapita, maricona, comepollas…antes sus gritos otros vecinos se asomaron. Algunos me observaron callados, otros entraron al trapo y otros se limitaron a reírse. No levanté la cabeza del tendal en ningún momento, pero al entrar en casa me derrumbé y me eché a llorar. Ana me vio.

- Vaya, vaya. Ahora ya sabes lo que es que la gente te mire y te trate como una puta, el desprecio y la humillación que se siente. Pues así me has hecho sentir tú a mí en varias ocasiones. Y más te vale asimilarlo como yo lo tuve que hacer, porque para mí no eres más que una puta y estás a mí disposición, y no pienso mostrar clemencia contigo, porque tú no la mostraste conmigo. No pararemos hasta que de verdad seas más puta que yo. Es más, no pararemos hasta que reconozcas y te guste ser más puta que yo.

Caí en la cuenta de que mientras yo había estado limpiando la casa Ana se había arreglado.Llevaba un vestido negro de cuero, escotadísimo y cortísimo, apenas le cubría el culo. Llevaba unas botas un poco por debajo de la rodilla, con unos tacones más altos que los míos. Estaba espectacular. Pero viéndola así y teniendo en cuenta que me había asegurado que tenía pensado convertirme en una puta, me temía lo peor.

Y entonces sonó el timbre.

Como Virgencita me estrena mi padrastro

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Hola, mi nombre es Ximena, bueno ese es mi nombre actual, ahora tengo 25 años, y soy travesti de full, mido 1,74, sin zapatillas; soy de facciones muy finas, y piernas largas frondosas y muy bien torneadas, de busto mido unos 96 cm, de cintura 64, y de pompis casi 99; me decidí a salir del closet hace ya casi 4 años, después de muchos conflictos internos decidí mostrarme al mundo tal cual soy y comencé un programa completísimo de tratamiento con hormonas femeninas en inyecciones y fui con un doctor, que me asesoro en que tratamiento de hormonas utilizar, las hormonas terminaron por transformarme en una linda jovencita, muchos amigos íntimos, me ayudaron económicamente con mi transformación, para convertirme en la hermosa mujer que ahora soy; les confieso que aunque ya tomaba hormonas femeninas en pastillas y eso me redujo en mucho mi bello corporal y mi piel se hizo más tierna, y mi psiquis se fue transformando en la de una mujer, me volví mucho más sensible, y mis comportamientos se hicieron más femeninos, sin querer comencé a verles a los hombres el paquete en los pantalones, con total discreción, e incluso empecé a sentir amor por ellos y más deseo sexual pensando en estar en la cama con un hombre de Verdad; después me decidí por hacer cambios más drásticos en mi personalidad, en mi forma de vestir, de caminar y de actuar, decidí depilarme con láser por completo todo mi cuerpo y ahora uso cremas hidratantes todos los días, tengo la piel de una linda beba, , y me siento divina; pero todo eso no lo hice sola, sino que varios hombres preciosos me ayudaron.

Sin embargo a los 18 años era yo una chica travesti de closet, y aunque me hacia la loca, se me notaba claramente que era yo una chica; pues mis movimientos al caminar eran los de una nenita, con las manitas alzadas, y movimientos delicados; me depilaba casi a diario, y me dejaba el cabello largo y me lo alaciaba con plancha, también me lo pintaba de güera, y me ponía rayitos, y así asistía a la escuela, a veces para fingir un poco me lo recogía, y me hacia una colita de caballo, mis movimientos eran bastante afeminados, y aunque era mi autentica personalidad y trataba con amor a todos en el cole, los hombres de mi escuela constantemente me hacían burla de mi personalidad, pero había otros más que no, incluso parecía gustarles el asunto, y hasta me lanzaban piropos, algunos de ellos muy subidos de tono, que hacían que me ruborizara delante de ellos; y me pusiera nerviosa y excitada, casi inconscientemente, y aun un poco insegura, casi por instinto paraba aún más mis nalgas y caminaba contoneándome insinuantemente, mostrándoles mi cola; ya que mi cuerpo siempre ha sido por naturaleza muy femenino.

Yo estoy bastante piernuda y nalgona de nacimiento; incluso algunos se atrevían a darme de nalgadas por sorpresa durante el receso, a lo cual no les reclamaba y solo me les quedaba viendo coquetamente, o no faltaba uno que otro más atrevido, que me arrinconaba contra alguna pared, me ponía de espaldas y me restregaba su miembro erguido sobre mis nalgotas, cubiertas apenas por una delgada tela de lino suavecito; sobre todo cuando era educación física y tenía yo que llevar un shortito muy pequeño, y la tela del short era muy delgada ,tanto que se me metía entre las nalgas, y por lo cortito, alcanzaba a asomar mis pompis güeras a la vista de todos y de todas, incluyendo a mi maestro de educación física que le gustaba tomarme por la cintura y enseñarme algunos ejercicios de forma individual; creo que yo le gustaba como mujercita por sus miradas libidinosas, incluso varias veces me exentaba de hacer algunos ejercicios por considerarlos demasiado varoniles para mí; en general me trataba como una chica más, lo cual me encantaba, yo me formaba en la fila de las nenas y hacia otro tipo de ejercicios más femeninos, para las piernas y la cola, ya que todas mis amigas eran mujeres.

El shortito, unos calentadores, tenis, y una camiseta chiquitita; acompletaban el conjunto, en colores blanco y rosa, el short que yo usaba era como el de las nenas color rosa, los hombres lo llevaban azul marino; el colegio era particular y muy exclusivo, por eso me dejaban andar así; además el director siempre me lanzaba unas miradas muy lujuriosas cada vez que pasaba cerca de él; en lo que respecta a mis calificaciones eran excelentes y siempre fui la nena más aplicada de mi salón, era la que siempre sacaba diez.

Yo vivía con mi mami que se llama Valeria y mi padrastro Rodrigo, un hombre de unos 48 años que acababa de casarse con mi mami, que tenía cerca de 34 años, nuestras recamaras estaban muy juntitas unas de la otra, y como nuestra casita era muy humilde no había pared entre una y otra, así que durante la noche solo nos separaba una pequeña cortinita que mi mami corría, sin embargo no alcanzaba a cubrir ni por los lados ni por debajo y si yo quería, podía ver con total claridad hacia adentro.

Mi mami y yo siempre hemos sido muy unidas y eso no era problema, casi todas las noches podía yo escuchar como mi padrastro comenzaba a seducirla, las cosas que le decía doblegándola cual toda una mujer, y como mi mami con mucho amor hacia él; no oponía resistencia alguna y se dejaba ir sometiendo a su voluntad de hombre enérgico, mi mami era sumisa, y yo herede su carácter ya que también soy sumisa, me gustan los hombres dominantes y que me ordenen lo que tengo que hacer en la cama; podía yo ver desde mi cama como Rodrigo con mucho amor y atrevimiento; comenzaba a irle quitando poco a poco la ropa hasta dejarla desnuda a mi vista sin que ellos se dieran cuenta, mi mami es muy blanquita igual que yo y se depila toda menos el pubis el cual lo tiene lleno de pelos chinos y negros; de tal forma que irremediablemente, terminaba yo casi siempre extasiada contemplando como la iba besando y acariciando toda su anatomía, y como la iba masajeando y apelmazando entre sus manotas toscas y varoniles sus rosadas nalgas; palmoteándolas a voluntad de vez en cuando como reclamándolas de su propiedad, le besaba con mucho amor su cuello, con ternura, y lamia sus pezones uno a uno con calma y a veces hasta se los mordisqueaba haciendo que se retorciera del placer lanzando grititos, gemidos y lloriqueos de hembra que me ponían muy excitada y hacían que me identificara con ella; y la envidiaba, fantaseando con que era a mí a la que estaban acariciando con tanto amor, y a la que con mucha dulzura mi hombre estaba a punto de someterme, y ser cogida y protegida por algún hombre tan fuerte como mi padrastro.

La escena por lo general terminaba con mi mami Valeria en cuatro patas aullando de placer como una loba, con sus rosadas carnes siendo atesoradas por Rodrigo sobre la cama; con su cara sumida entre las cobijas y lloriqueando como toda una hembra cautiva bien sujetada por las caderas por las manos firmes de mi padrastro, y las manitas de mi mami jalando la sabanas desesperada ante las estocadas de su criminal sexual de rutina, con la cara contorsionándose de tanto placer; con el culo en pompa y mi padrastro por atrás bombeándola sin parar y sin respeto alguno profanando su vagina húmeda una y otra vez, haciéndola venir de forma escandalosa en varias ocasiones, y propinándole nalgadas sonoras a diestra y siniestra; alternando su verga entre su vagina y su ano sin pedirle permiso; mientras mi mami le rogaba que se lo hiciera despacito, pero él no le hacía caso , al contrario, parecía calentarle eso aún más; y arreciaba sus embestidas, haciéndola gemir aún más duro; inmediatamente me daba cuenta cuando la penetraba por el ano, por los chillidos que pegaba mi mami Vale, ya que eran mucho más sonoros, lastimeros y quejumbrosos; por ocasiones le sacaba la polla de su ano, y yo podía ver a través del espejo de su tocador como el ano de mi progenitora quedaba completamente abierto por un momento y mi padrastro podía ver hacia adentro de ella sus intestinos hermosamente limpios, su ano se quedaba abierto por varios segundos producto de la dilatación y de la penetración a la que había sido subordinado y luego se cerraba y se abría, femeninamente, y solo para volver a recibir irremediablemente, la estocada de su vigoroso macho cabruno, y de su boca amorosamente femenina, volvían a salir gemidos lastimeros de placer.

Yo en mi recamara trataba de igualar las posiciones en las que la ponía y rápidamente me desnudaba e iba a ponerme algún baby doll que tuviera en mi cómoda, de preferencia en colores pastel, blanco o rosita; que previamente había tomado del cajón de mi mami Vale, una tanga de hilo dental minúscula, alguna peluca, de larga cabellera también de mi progenitora, pues era muy glamurosa, y comenzaba a masturbarme femeninamente mi minúsculo cli, viéndola como se la cogían, y la nalgueaban con fuerza, ordenándole que se moviera sola hacia la tranca que le perforaba el culo; mientras mi padrastro la llamaba golfa, puta, zorra y otras linduras; sus nalgas estaban marcadas con las manotas toscas de mi padrastro y se veían algo rojas; y mi padrastro iba aumentando el ritmo de las embestidas disfrutando sus gemidos cada vez más fuertes y sonoros; y tal parecía que entre más gemía mi mami, más duro la cogía mi padrastro; mientras, yo extasiada y con mucho candor en mis movimientos me tocaba imaginándome que yo era ella, a la que mi padrastro se estaba cogiendo, generalmente la cogía los días Viernes durante toda la noche, hasta la madrugada, y yo podía escuchar claramente cuantas veces se veía mi mami, durante la noche, pero mi padrastro solamente se venía una o dos veces a lo máximo, mi mami se venía aproximadamente unas seis o siete veces durante una misma noche.

Cuando comenzaba a gemir, aunque no la estuviera viendo directamente me gustaba imitarla, en la soledad de mi habitación, y note pronto que mis gemidos eran naturalmente iguales a los de ella, lo cual termino por ir reforzando mi conducta y mi verdadera personalidad todas las noches en mi mente y a varios momentos del día muy lentamente en mi imaginación seguía en mi la idea constante de que yo era una nena, y la efigie de que yo realmente había nacido para ser mujer.

Poco a poco mi psiquis se fue transformando y me fui haciendo una mujer muy romántica en mis gustos, coleccionaba calcomanías de florecitas, de rosas, y de puras cosas femeninas, incluso de vez en cuando compraba revistas de mujeres desnudas, pero solo para identificarme con ellas y copiarme algún look de peinado o maquillaje; a veces imitaba las poses en las que ellas aparecían completamente desnudas y me sacaba fotos en lencería y se las mandaba a mis amigos que tenía por internet; las colocaba en mi ropero, o en mi computadora, y las veía todo el tiempo.

En mis cajones de ropa, poco a poco fui acumulando más ropita de mujer, alguna de mi mami, y otra más que ya me atrevía yo a ir a comprar sola a algún tianguis de vestidos en la calle o a algún mercado; me gustaba mucho comprar calzones muy femeninos de tipo francés, con tiritas muy altas a los lados que me llegaban por encima de mis caderas y hacían que me viera muy femenina y de distinguido gusto como toda una dama, o de esos llamados culottes tipo francés, a veces me gustaba asistir donde hubiera algún hombre maduro atendiendo, ya que mis comportamientos femeninos, provocaban en los hombres, que me lanzaran unas miradas que me hacían estremecer de excitación, pues me sentía expuesta y descubierta, con mi verdadero rol sexual.

Finalmente resolví comprarme un kit básico de maquillaje y observando a mi mami como lo hacía comencé a maquillarme por cuenta propia mientras estaba sola en casa.

Sin embargo la primera vez que me convirtieron en mujer no fue como yo hubiera querido, ya que no hubo romanticismo y amor como yo hubiera deseado, si no que fue muy diferente.

Como les dije mi mami dormía junto a mí con mi padrastro Rodrigo, el cual era mucho más grande que yo, pues tenía cerca de 48 años, y yo tenía poco tiempo de haber cumplido los 18, el día de mi cumpleaños precisamente poco después de las 12 de la noche, el muy cabrón se emborracho y se fue a meter a mi cama que con el pretexto de darme una felicitación especial; yo intente gritar, pero el muy cabrón de mi padrastro me ordeno que no gritara; mi mami ya estaba dormida en la habitación de junto, y el muy cabrón se metió vestido a mi camita conmigo y con aliento alcohólico, me quito de un jalón mis delgaditas sabanas, y me dejo desnuda y descubierta ante su mirada lasciva; pudiendo contemplarme prácticamente desnuda.

Se dio cuenta como dormía yo, prácticamente desnuda , solamente con brasiere y tanguita, completamente depilada y con las uñas de los pies bien pintaditas de forma muy femenina; encima llevaba yo apenas una tanguita de mujer de hilo dental con encajes, y arriba un top tipo brasiere, todo en color negro, lo cual hacia un contraste muy glamuroso con mi piel tan blanquita; al sentir su mano pasarse por mis piernas, suavemente, irremediablemente empecé a ronronear como gatita en celo, de puro placer; como intuyendo lo que se venía a continuación,

-Tu madre ya está dormida putita, así que dime cuál es tu nombre de mujer.

-Me llamo Ximena, papi, le dije amorosamente a mi padrastro, y haciendo mi voz lo más femeninamente posible.

¿Crees que no me he dado cuenta como me espías cuando me baño y cuando me estoy cogiendo a tu madre?; tu naciste para ser mujer y ahora mismo te lo voy a demostrar,

Al tiempo que su boca áspera y su barba se restregaba por mi boquita carnosa y femenina y podía sentir su calor en mi piel tersa y liviana de mi rostro; como queriéndome lamer mis labios, y poco a poco se fue abriendo camino en mi boquita, introduciendo su lengua con aliento alcohólico.

Mientras con sus manos me tomaba de la cabellera y tiernamente me obligaba a obedecerlo; mi lengüita no pudo resistirse a tal tentación y comenzó a aceptarle lentamente dentro de mi boca lamiéndola como una gatita aceptando a su señor feudal que lograba conquistarla; pude sentir al mismo tiempo como su mano hacia a un lado mi tanga, y su dedo medio se abría paso entre mis nalgas rosaditas y comenzaba a profanar mi culo lentamente, abriéndose paso con mucha delicadeza, muy suavemente pero sin detenerse, y con mucha decisión, cada vez llegando más profundo, haciéndome emitir suspiros como cualquier fémina; y su otra mano comenzaba a masajear unos de mis pezones, haciendo que estos se empitonaran, tal cual y como se le hace a toda mujer; mi espalda se arqueo y comencé a contorsionarme comenzando a gemir quedito, cual hembra en celo imitando a mi madre; podía sentir hervir mi piel augurando que al parecer mi macho estaba decidido a desvirgarme allí mismo; mi boca termino por fundirse en un beso profundo con mi nuevo amante, y comencé a corresponder a sus caricias como toda mujer llena de amor y pasión, al sentirme invadida por mi maduro guerrero, el cual ya descaradamente manoseaba mis nalgas a diestra y siniestra haciéndome sentir suya.

Así me fui entregando y me deje que comenzara a despojarme de la poca ropita que llevaba encima; hasta quedar en sus brazos completamente desnuda; saboreando sus labios y sus caricias, como una mujer con su macho, juntos en la cama.

Mi padrastro Rodrigo avanzaba atiborrándome de caricias encima de mi piel; de forma exasperante comenzando a producir en mí, mis inaugurales gemidos de mujer; descarados como toda una mujer en brama, complaciendo a su hombre en la intimidad de sus habitaciones, mis posaderas albas eran masajeadas con total furor por mi amante y por un momento parecía que ambicionaba besar románticamente toda mi piel.

Finalmente comenzó a portarse como todo un hombre vigoroso y con decisión me ordeno, ponerme en cuatro patas sobre mi cama individual; al tiempo que inevitablemente hacia que viera mi brasiere y mi calzón tirados en el suelo, recordándome que estaba ya completamente desnuda y descubierta en mi verdadero rol sexual frente a un hombre de Verdad; mientras mis posaderas asumían su posición con el culo en pompa, listas para ser usadas a placer, mi cabello ya algo largo y pintado con mechas güeras, reposaban sobre mi cama; y mi cintura se arqueaba al máximo hacia arriba; dejando mis rosadas nalgas al aire, como esperando ser inauguradas como mujer para servir a su hombre en turno.

-Para bien las nalgas preciosa, me dijo mientras su enarbolado garrote alcanzaba dimensiones primorosas, cerca de los 25 cm. de largo, y rozaba con su cabezota y su liquido preseminal mis nalgas, listas.

Trate de voltear la mirada para verlo a la cara, pero con una nalgada en mi nalga izquierda, me respondió con voz firme, como la de un general.

-Mira hacia el frente puta y para más las nalgas, te voy a hacer mujer de una vez por todas, para que te acuerdes bien de que fue tu propio padrastro quien te estreno como mujer.

El muy cabrón me hizo parar las nalgas lo más que pude, quedando mi ano rosado y virgen completamente expuesto a su mirada lujuriosa, mientras por un espejo miraba su cara que ya reflejaba una mirada vidriosa, mirándome las nalgas, y mi rosado ano, a su disposición.

Hábilmente me tomo con su manota tosca y firme mi nalga izquierda y la abrió, para ver mejor mi rosado ano completamente limpiecito y depilado.

-Estas tan buena y nalgona puta que tengo que abrir tus nalgas para poder verte el culo, ¡pinche puta! preciosa.

-Se ve que esta aun virgen, y te lo voy a dejar tan abierto, que te vas acordar quien fue tu primer hombre en tu vida mi amor, no te vas a poder sentar en una semana.

-Mira nomas, te pareces a tu madre, mi preciosa Ximena, pareces toda una cerdita así en cuatro patas y con las nalgas al aire.

-Voy a ser tu maestro de ceremonias en la cama mija. Dijo al tiempo que me propino otra tremenda nalgada en mi nalga izquierda, logrando que vibrarán las carnes de mi nalgatorio, haciéndome levantar por instinto aún más mi trasero y aullar con un gritito muy femenino y natural.

-De ahora en adelante quiero que andes en la casa vestida de minifalda y una blusa, y que te maquilles todos los días como toda una mujer, también quiero que le pidas a tu mama, te enseñe a maquillarte perfectamente pero en tonos muy cargados como la prostituta que eres, de ahora en adelante te cogeré cuando se me venga en gana putita.

-¿Y mi mami que dirá papi?.

-Me vale madres lo que opine a estas nalgas y a las de ella Yo las mantengo, así que las uso cuando me venga en gana putita, serás mi esclava sexual, ¿querías ser mujer, no?. ¡Pues eso serás!, dijo al tiempo que me jalaba de mi larga cabellera hacia atrás como queriendo montar a una potranca salvaje; y mi espalda se arqueo al máximo dejando mi cabeza hacia atrás, y mis nalgas levantadas, mientras exhalaba un suspiro muy femenino; y mi cabeza tirada hacia atrás me hacía entender quien mandaba; estaba siendo dominada por mi fuerte mayoral, mis nalgas paradas al máximo, formando una imagen epicúrea de voluptuosidad femenina, al tiempo que me musitaba en la orejita toda clase de obscenidades, y lamia el interior de mis oídos, dejando su saliva en ellos, haciéndome excitarme aún más.

Inmediatamente sentí como su pene abrió mi ano, con cierta ternura pero con firmeza y decisión, al tiempo que comenzaba con cierto romanticismo, a acariciar mi espalda con sus manos y lamia mi nuca despacito con su lengua, de forma muy romántica, yo me dejaba hacer sintiendo como su pene iba abriendo mis entrañas de forma deliciosa, hasta sentir sus bolas pegadas en mis nalgas, y un aullido lastimero salió de mi boca en una mezcla entre sufrimiento y placer al sentir su verga profanando mi culito, que ya había perdido su virginidad.

-Gózala putita, esta será tu verga de planta de ahora en adelante, mientras vivas en esta casa.

Y así comenzó a bombearme lentamente mi indefenso ano, sin parar ; cada vez aumentando la velocidad y haciendo gemir de placer igual que a mi mami, por momentos lo hacía despacito y por momentos con mucha rudeza y fuerte, haciéndome sentir mujer de una vez por todas, y haciéndome perder la poca hombría que aun podía quedarme, ese trato me hacía volverme loca y cada vez me hacía sentir más mujer y más contenta, me estuvo profanando mi culito; durante cerca de media hora, a la vez que gozaba propinándome muchas nalgadas en mi adolorido trasero, e insultándome tal y como lo hacía con mi madre, diciéndome, golfa, puta, zorra, pendeja nenaza, y por momentos me decía al oído que quería hacerme su mujer desde hace mucho tiempo y mezclaba su varonil presencia con un amor genuino dándome besos en la boca sin sacarme su vergota de mi ano, lo que termino por feminizarme aún más y caer rendida a sus pies psíquicamente como una mujer con su marido; y decidí entregarme a él creyéndole todas las cosas que como su hembra me decía.

Sus insultos no hacían más que excitarme más y hacer que gimiera yo con más devoción hacia mi hombre hermoso; mis gemidos debieron haberlos oído todos mis vecinos, y termine por venirme en más de cuatro veces seguidas unas tras otras; con mis nalgas alzadas y solamente soportadas por la verga de mi padrastro, el cual de ahora en adelante se volvería mi amante.

Finalmente mi ano acepto la orma de su miembro erguido dentro de mis intestinos con total entrega, y comencé a aullar escandalosamente sin parar, pataleando de placer y arañando las sabanas de mi camita, continuamente y de forma muy femenina; dándole una serenata de gemidos a mi nuevo progenitor.

De un momento a otro me saco su vergota de mi ano provocando que mi ano se quedara abierto unos segundos, producto de la dilatación a la que fue sometido y sin dudar decidió escupirlo, yéndose su saliva hacia adentro de mis intestinos; y después de observarlo unos segundos, me ordeno arrodillarme en el suelo con mi boca abierta, para recibir su precioso néctar.

Termino por masturbarse en mi cara rápidamente y término viniéndose en un delicioso orgasmo, bañándome de leche mi maquillada cara, y al final se despidió de mí; dándome una cachetada, sonora, a lo cual lloriquee quedito.

Riéndose masculinamente termino por escupir también mi cara al tiempo que me decía.

-Serás mi esclava sexual golfita, y yo seré tu Amo.

Sola en el piso sudorosa y aun excitada solamente alcance a decirle

-si precioso.

Y mi padrastro se marchó a las regaderas de su habitación, sin voltear atrás.

¿solo una puta?

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Entré en el puticlub bajando la interminable escalera; ella estaba apoyada en la barra, rubia, grande, cual nórdica amazona poderosa, enfundada en un ajustado vestido negro, corto, como cosido sobre su piel, del que sus tetas enormes parecían querer escapar por el amplio escote. Sus muslos duros y poderosos dirigían la vista como por el blanco cemento de una doble autopista hacia el negro tanga que asomando por debajo de la corta falda recortada ocultaba un dulce misterio.

Con voz ronca me indicó su deseo: dinero, con vil metal podría comprar su sublime carne rotunda. En un cubículo separado apenas de la escueta pista de baile por biombos y sobre un humilde colchón en el duro suelo podría tenerla. Ajenos al resto de las prostitutas, clientes y proxenetas del local como perdidos en nuestro propio mundo a medias negocio a medias deseo.

Lentamente se bajó los tirantes de su vestido negro y sus rotundos y puntiagudos pechos me apuntaban con sus orgullosos y erizados pezones, inclinandome sobre ellos los lamí con devoción. Bajando por su vientre chupé su ombligo, mi lengua dibujaba círculos soble la nívea piel. Mis manos acabaron de bajar su vestido sobrepasando los obstaculos que los inmensos pechos operados y las redondeadas nalgas oponían y deslizandolo por los muslos y piernas hasta que ella misma levantando lo justo los negros zapatos de fino tacón lo apartó de una patada. Su tanga negro ante mi nariz, el olor del deseo surgía de allí. Así que impaciente por fin bajé su diminuta braguita con mis dedos liberando la ansiosa y dura polla que allí se escondía. Deposité un ferviente beso en el capullo que me apuntaba justo entre mis azules ojos.

Ella cogió mis manos y me levantó, suavemente depositó un húmedo beso en mis labios carnosos. Me abrazó deslizando sus manos por mi espalda hasta agarrar firmemente mi culo. Su lengua ya exploraba mis dientes y jugaba al escondite con la mía. Entonces ella empezó a desnudarme a mí, ahora sus diestras manos abrieron los botones de mi camisa, sus maquillados labios besaban primero mi largo cuello, luego mis hombros y por fin bajando los tirantes del blanco sujetador mis anhelantes pechos.

Se metió mis pezones en la boca duros por la excitación. Revolvía su rubia melena entre mis dedos, apretándola contra mis senos. Una vez libre del sujetador me empujó al colchón; arrodillada a mis pies me sacó las sandalias de tacón y mi pantalón masculino de pinzas dejándome solo el tanga blanco. Subiendo sobre mis piernas, depositando en ellas dulces besos y parte del carmín que cubría sus labios, que a poco posó sobre la blanca licra y mi monte de venus. Aún guardo esa braguita con la roja marca de la barra de sus labios.

Subió por mi vientre lamiendo mi ombligo, la curva de mis costillas, la parte baja de mis grandes senos y sorbía mis oscuros pezones, la gran aureola o los cogía entre sus blanquísimos dientes. Mordisqueaba mi piel suave y volvió a besar mi boca ávidamente lamiendo cada rincón, el calor de nuestros pechos juntos, Nuestros vientres y su cada vez más duro pene entre mis piernas abiertas. Sin apartar su boca de la mía y sin sacarme el tanga, solo haciéndolo a un lado su elástico entró en mi, profundamente, mis piernas rodearon su cintura para facilitar la penetración.

Le arañaba la espalda, intentaba alcanzar sus nalgas musculosas con las manos o sus muslos o toda su bronceada piel. La sentía en mí poderosa, en mis entrañas colmada por su fuerza, por su polla. Mirándonos a los ojos, oliendo solo el sudor de nuestra piel, sumergidas en la extraña música oyendo solo nuestros corazones, el momento duró siglos y solo entonces su cadera comenzó a moverse.

El éxtasis y la gloria, la apretaba cada vez mas fuerte entre mis muslos cruzándolos por detras de su musculoso culo, su polla fuerte y serena cada vez mas dentro de mi cuerpo a cada golpe de su cadera, sus pechos, toda ella se movía como queriendo entrar en mí, como si toda ella en mi interior tocara cada uno de los puntos sensibles. Ella con su sabiduría de mujer me arrancaba cada uno de esos orgasmos. Ella se corrió, su semen caliente ardía en mis entrañas.

Mi sexo quemaba y ella aún dura por unos minutos seguía en mí y no oíamos nada mas que nuestra respiración no veíamos mas que los ojos de la otra, no olíamos nada mas que nuestro sudor y dos gotas del perfume que me había puesto esa mañana, no tocábamos mas que nuestra piel. Y no saboreábamos nada mas que la sal de nuestros labios. Alcanzado el objetivo del orgasmo Por fin ella se retiró de entre mis muslos, se hizo a un lado y tomando mi cara entre sus manos depositó un dulce beso en la punta de mi nariz.

De señorito a exseñorita

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Hola, me llamo Desiree, pero todos me dicen Debi, soy una chica transgenero y mido 1,71 mts, blanca, cabello castaño, senos pequeños y un trasero y unas piernas q llaman bastante la atención. Vivo en Valencia, Venezuela.

Relatar mi primera expertiencia sexual no es tan facil como parece, ya que no fue exactamente como la hubiese querido, aunque no creo que nadie haya tenido una primera vez como la deseó o imaginó.

A pesar de vivir actualmente en Valencia, soy de un pueblito al norte de Barquisimeto llamado El Eneal. Es en Barquisimeto donde pierdo al fin y gustozamente mi virginidad.

En aquella epoca yo tenia una camioneta Sport Wagoneer de la marca jeep, en ella al salir del trabajo, los días jueves, le daba la cola a un compañero hasta pudiera tomar una camionetica hasta su casa . Un jueves lo lleve hasta su casa porque ya era tarde y no conseguiria transporte público, despues de dejarlo, tomé rumbo a mi casa por la carrera 21 de Barquisimeto y al llegar cerca de la Av 42, la del terminal vi varias chicas paradas en una esquina, eran prostitutas, pero no cualquier clase de prostitutas, sino chicas trans prostituyendose!

No lo pude evitar y me pase de mi cruce, la Av. 42 y pase cerca de donde estavan paradas para observarlas mejor.

Para esa epoca, yo aún no habia asumido mi verdadera identidad de genero, solo sabias que sentia gran atracción y exitación por el mundo trans.

Ya los jueves se me hizo costumbre llevar a mi compañero hasta su casa y así poder pasar por esa bendita esquina.

Una noche, con mucho morbo pase más despacio y di la vuelta para pasar de nuevo por la esquina, iba tan lento q una de las chicas se acerco hacia la camioneta y me ofrecio sus servicios por la ventanilla. Se subio a la camioneta “sin compromiso” mientras me iba relatando los servicios que prestaba y los costos de cada uno. Durante este tiempo yo no perdia oportunidad de acariciar la suave piel de sus piernas hasta que ya hipnotizada accedi a que me realizara una mamada,

Me inico conducir hasta unas urbanizaciones cerca del aeropuerto, donde buscamos una calle poco transitada y sin mucha iluminación.

Es allí donde desabrocho mi jeans y lo bajo al igual que el “interior” que traia puesto abriendo camino para que la chica comenzara su faena. Mientras ella me mamaba mi pequeño “pirulin”, crecia mi exitación a medida que deslizaba mi mano por su cabello, bajando despacio a sus senos, su espalda y llegar a su culo, ¡es ahí donde todo cambio! Empece a meter mi mano entre sus nalgas, jugando, acariciando, ¡buscando! pude delinear su hilo a medida que mi mano curiosa y habida de nuevas sensaciones se introducia cada vez más entre sus piernas. Un pequeño bulto en su entrepierna aprisionado por su panty tipo hilo era el objeto de mi deseo y de mi busqueda, su guevo fue una gran atrayente para mi, del cual no pude escapar.

No les dire que el semen es la hambrosia de los dioses, pero tampoco dire que es repugnante, de un sabor algo amargo y caliente, se vuelve delicioso tan solo con recordar de donde proviene.

Como todo vampiro neonato debe ser apartado de la sangre de su creador, así mi “amiga” tuvo que apartarme de su miembro, ya que a pesar de haber acabado en mi boca y haber degustado y tragado toda su lechita caliente, seguía mamando su guevo con desesperación por más.

luego de apartarse, recompone sus ropas al igual que hago yo con las mias, para llevarla de nuevo a su esquina y yo tomar rumbo a mi casa, con una nueva experiencia en mi haber, pero con una nueva convicción, ¡lograr perder mi virginidad en un nuevo encuentro! el cual no deberia de tardar mucho.

Espero que les haya gustado esta primera parte y que valoren y comenten el relato y así animarme a continuar esta historia, de como pase de señorito a EX SEÑORITA.

Mientras ella me lo mamabayo acariciaba su guevo sobre su hilo, ya vuelta loca de deseo y curiosidad le planteo que dejara de chuparmela para ahora si tener sexo anal. Ambas exitadas nos pasamos al asiento trasero, donde ella en cuatro patitas asume la posición de “perrito”, topma mi pirulin y lo lleva hasta la entrada de su culito, donde con una presión firme pero suave logro introducirme dentro de ella. Empezamos el bombeo con mucho deseo y lujuria, peroa pesar de la estimulación no siento que me sea plenamente satisfactorio, así que haciendo un poco de contorcionismo logro descender mi mano por todo su cuerpo hacia su guevo. Esta vez libre de toda prisión, puedo tener contacto con la delicada y exquisita piel de su “amiguito”, siendo todo un deleite para mi masturbarla mientras la penetraba. Este cambio hizo que desitiera por completa en cojerla, hacercandome a su oido y decidiendome en dar un paso más, le propongo: “Cambiemos de posición”, pero ella sin entender bien mi deseo, me pregunta algo confundida a que me referia con ese cambio. Solo le dije que queria estar yo abajo y que fuera ella la que me cojiera a mi, pero que era virgen y nunca me habian penetrado.

Cambiamos de posiciones y ella escupiendo en la boca de mi culo apoya su cabeza contra mi, mientras yo enpinando mis nalgas las separo con mis manos dando la bienvenida a ese tan esperado visitante.

Empieza a presionar, mientras yo ansiosa trato de relajarme y aguantar el dolor que sabia seria el inicial. Pude sentir varias veces como me desgarraba mientras mi nueva amiga trataba de entrar en mí, el dolor era incalculable y hacia que instintivamente me flaquearan las piernas, y llevandome hacia alante hasta hacer tpe mi cabeza contra la portezuela de la camioneta. Quisiera decir que fue indoloro, que solo fue placer y que rapidamente me convirtio en mujer, pero no fue así. En realidad luego de varios intentos infructuosos por debilidad de mi parte, mi “amiga2 se quita sentandose en el apoya brazos del asiento delantero, al ver su guevo aún parado, pero ya un poco flacido me dejo llevar y dar un paso más, abalanzandome sobre el y metiendolo a mi boca torpemente y con desesperación. Comenzando así mi primera mamada de guevo.

Ella muy pacientemente me iba guiando en el arte de la felación, indicandome mis errores a medida que los iba cometiendo, aumque modestia aparte creo que me converti rapidamente en una alumna destacada y premiandome con un buen chorro de su leche por mi sobresaliente comportamiento.

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